Por Joaquín Hurtado
Fotografía: Juan Rodrigo Llaguno
Emperatriz de los desarrapados, reina de las locas, defensora de la grey sidada, intercesora de las prostis, abogada de las teiboleras, benefactora de las transexuales, azote de lo alcaldes mochos, adalid de los anticonservadores, heroína de las feministas, santa laica de las aborteras, matriarca de los cholombianos, soberana de los estudiantes desamparados, mecenas de los artistas hambreados, estudiosa de los cinturones de la miseria, gran señora de los modelazos y del maquillaje perfecto y del peinado impecable y de la zapatilla delicada. Ruega por nosotros.
Dioses y mortales, tierras y cielos, entes y seres y filósofos postestructuralistas y presocráticos abren sus pétalos del pensamiento meditativo en la cuaternidad heideggeriana para colocarte en el pedestal divino de las princesas encantadas.
Alejandra de todos y de nadie. Dueña y promotora del legado de aquel Raúl Rangel milagroso. Hija de su padre. Alejandra, niña bendita, madre de una familia preciosa, perdona nuestros pecados económicos, sociales y culturales. Salva a Monterrey de sí misma.