Por Eloy Garza González
Cuando llegó a Nuevo León no había muertos. El primer infectado fue un empresario de San Pedro, amigo mío, que se atendió rápidamente y la libró. Pero la psicosis colectiva empujó a muchos nuevoleoneses a realizar compras de pánico. Así acabamos con el papel higiénico en los supermercados.
El mal aún desconocido obligó a cerrar a todos los comercios en Nuevo León a partir del 17 de marzo. Muchos siguieron abiertos a escondidas a pesar de la cuarentena.
Y hasta un pasquinero pendejo simuló que tenia coronavirus nada más para dar lástima. Cuando vio que los demás colegas sí se enfermaban y se morían por el virus se calló la boca… por un rato.
A principios de marzo se anunció que la industria cervecera ya no produciría el “líquido vital” y muchos nuevoleoneses volvieron a sus compras de pánico. Fue la locura. El 3 de abril se registró la primera muerte en la entidad y a mediados de ese mes ya operábamos módulos “drive thru”. Las colas se alargaron varias cuadras. Al Bronco no le quedó de otra más que extender la suspensión de actividades no esenciales. La cosa se puso seria y a regañadientes iniciamos la llamada nueva normalidad (¿puede ser nuevo lo normal?) Ahora tenemos en Nuevo León 50 muertos diarios.
Sin embargo, Manuel de la O anunció que se abrirán todos los giros en los próximos días. En otras palabra, se hicieron mal las cosas, o se están haciendo mal ahora o nunca se han hecho bien. Y eso condenó a muerte a 2 mil 500 nuevoleoneses. Más los que faltan todavía.
Y ya sé lo que estarán pensando: lo que pasa es que la gente tiene ahora más conciencia que antes de las medidas de salud. Y supuestamente por eso ya podemos volver a la normalidad (bajo algunas restricciones). ¿De verdad alguien puede creérselo?