Noticias en Monterrey

Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.

Por Eloy Garza González

Un hombre muerto de miedo. Sometido por sus demonios internos y dispuesto a amotinar el sistema electoral, si los electores, como es casi previsible, le dan la espalda. Donald Trump es un saboteador, un granuja de cabo a rabo que nunca pierde y si pierde arrebata. Hoy se enfrenta a la verdad de las urnas y al espejo negro de sus frustraciones.

Va nueve puntos abajo en las encuestas, pero sus asesores y su yerno insisten con la cantaleta del milagro de última hora, de la voltereta abrupta que reviente las tendencias y lo aferre al poder cuatro años más. Solo así librará la cárcel por evasión fiscal y otros delitos de igual calado. Trump quiso ser el sucedáneo de Ronald Reagan y terminó como réplica chocarrera de Al Capone.

Dicen que nunca reconocerá su derrota. Que de no perder de manera arrolladora, se llevará de encuentro instituciones y legislación. El país de Washington y Lincoln, retrocediendo cien años. La vergüenza global. El escarnio propio de un país bananero y tercermundista. El imperio socavado.

Sin embargo, en el último mitin de Michigan, al cierre de su campaña electoral, Donald Trump lucía un semblante resignado, como si la historia le palmeara la espalda, como si el destino le susurrara: “un instante de dignidad te lavará la deshonra, te purificará los cuatro años de exceso, te reivindica ante los ojos de Dios”.

Pero Trump no cree en Dios, ni cree en purificaciones místicas y asume como su único  exceso (él que es abstemio y poco fiestero y enemigo del tabaco), escribir compulsivamente en Twitter y ver televisión, mientras engulle hamburguesas y toma coca-cola.

Un mediocre con trastorno bipolar. Un enfermo de los nervios. Un irracional. Fue lo que padecieron como presidente los pobres gringos. Y con todo y eso aún no aceptan la verdad.        

Fuente:

Vía / Autor:

// Eloy Garza González

Etiquetas:

Compartir:

Autor: stafflostubos
Ver Más