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Alianza, qué bueno, pero no basta

Por Carlos Chavarría

México ya no puede estar en las manos de un solo hombre, el presidencialismo todo poderoso está agotado y solo conduce a la inconformidad, el disturbio y el alejamiento de la ciudadanía de las leyes.

Qué bueno que existan las alianzas en la política porque van en la dirección de los gobiernos de coalición que ya son necesarios para energizar al gobierno y ponerlo a vibrar a la misma velocidad de la sociedad que se gobierna y del contexto mundial al que se le pretende competir y sacar provecho.

Por supuesto que a personajes como López Obrador, tan atados  a la época “del partidazo” y puros paleros en la oposición, no les gustaría que se les acotara el poder absoluto de ninguna manera.

Ya atestiguamos cómo será la actitud del presidente durante todo el proceso electoral del 2021, metido de lleno en la guerra sucia de la que será director general sin importarle leyes o INE o el diablo mismo.

Que se hayan unido para fines electorales no asegura el voto popular para los partidos de oposición. Menos se conseguirá cuando el único propósito es “parar” a MORENA y a su propietario.

El PRI no pudo reposicionarse después de  70 años de desgaste en el poder para poder representar los intereses sociales. La intensidad reformadora de Peña Nieto no se vio reflejada en el partido sino como más de “la línea que marco el de arriba”. Las reformas estructurales no cuajaron en la mente del elector como algo apreciable aunque lo fueran. Tan es así, que la 4T ha mantenido intactas las bases que dejó el sexenio pasado, porque le convienen financieramente.

El PAN sufrió; porque ha pasado por un parto; un cambio generacional en sus liderazgos a nivel nacional y local. Al llegar al poder perdieron su ideología, discurso e imagen de honestidad.

Del PRD poco se sabe que quedó. Todos se fueron MORENA y como el PAN, la generación fundadora de su corriente democrática del PRI, de la que nacieron, conserva muy pocos rostros visibles que mantengan credibilidad. De su discurso ni hablar, su “reparto igualitario de la riqueza” se lo llevó con él López Obrador  a MORENA y se acabó.

El otro miembro relevante y muy obvio de la alianza, el sector de la cúpula empresarial que se confrontó desde el primer día con  la nueva administración federal, no ha puesto sobre la mesa algo más sustancial que no sea el temor de llevar a México hacia el comunismo, pero nada más.

El presidente López Obrador consiguió exhibir la polarización que ya existía en la arquitectura política del país. Con el muy sencillo, aunque maniqueo en exceso, discurso de conservadores y liberales, pobres y ricos, buenos y malos, ha logrado posicionarse él mismo como la punta del estado transformador, liberal, honesto y a todo el que está en cualquier otra posición como conservadores despreciables.

López Obrador ya se apropió de todos los discursos posibles. Usando verdades muy claras, medias verdades también diáfanas y muchas mentiras que parecen verdad, se erigió como el “salvador de la patria” a base de regalar dinero en directo a los segmentos de su interés electoral.

Cualquier alianza electoral debe ser política en el bien de México y no de un grupo. Debe reposicionar a la función política entera muy por encima del pleito de vecindario en que la ha convertido López Obrador con la intención de  que su discurso siga teniendo vigencia aunque el país se atrase aún más.

El principio que debe regir a cualquier coalición es que buscamos un gobierno de leyes y no de hombres, porque los gobiernos, parafraseando a Groucho Marx, si se les deja actuar al antojo del dirigente, buscarán problemas hasta donde no los hay, harán los diagnósticos equivocados y aplicarán las soluciones más erróneas que encuentren con tal de sacar adelante su discurso como verdadero, como está ocurriendo en la actualidad en México en los tres niveles de gobierno.

Fuente:

Vía / Autor:

// Carlos Chavarría

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Autor: stafflostubos
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