Por Félix Cortés Camarillo
Es una ilusión la que alimenta el presidente López sobre una relación de cordialidad afectuosa con quien será presidente de los Estados Unidos a partir de mañana. Esa quimera está basada en que una vez López Obrador hace años se reunió con el entonces vicepresidente Joe Biden y le platicó sus planes de la llamada cuarta transformación y el tema migratorio. Desde luego que el encuentro se dio y que López Obrador intentó su proselitismo; desde luego que el entonces vicepresidente le mencionó la intención de Obama de hacer una amplia reforma migratoria, que no se pudo hacer por la oposición republicana en el Senado. Difícilmente el hoy presidente electo prestó mucha atención a los proyectos de gobierno de quien entonces tenía poca posibilidad real de llegar a donde está ahora.
Lo cierto e indiscutible es que, conceptualmente, ambos mandatarios tienen visiones diferentes. El presidente Biden hará regresar a su país al pacto de París que compromete a sus firmantes a la búsqueda y el impulso de las energías limpias. El presidente López ha casado el futuro inmediato de México con las contaminantes energías fósiles -carbón y petróleo- que además de que van de salida en los procesos evolutivos del universo, le contaminan de manera insostenible. El afán autócrata de López Obrador choca frontalmente con todo el concepto de democracia que Biden va a defender.
Dentro de lo que establece el Tratado de Libre Comercio que ambos países firmaron con Canadá, el gobierno de los Estados Unidos va a querer tener voz en lo que a prestaciones laborales en México concierne.
Terreno aparte lo constituye el asunto de seguridad, o mejor dicho la colaboración bilateral en asuntos de seguridad, especialmente el narcotráfico y el trasiego con armas y balas.
Ahí se atraviesa un primer punto de fricción. El caso del general Cienfuegos.
He escuchado versiones coincidentes, sin dar ni quitar crédito a ninguna de ellas, de que el retorno del general Cienfuegos -prácticamente exigido por el gobierno mexicano a la fiscalía general de los Estados Unidos- se debió a una intensa presión de altos mandos militares sobre el presidente López.
La detención y proceso de quien fuera secretario de la Defensa Nacional me dicen que fue tomado como una ofensa al verde olivo en general. Mucho más grave, en una situación en que los soldados y los marinos han sido utilizados para lo que al presidente López se le ocurra, desde construir aeropuertos, hacer de policía, administrar puertos, transportar vacunas para la pandemia, vigilar las fronteras de nuestro país para contener migrantes no deseados, construir sucursales bancarias y lo que se le ocurra en adelante.
A cambio de eso, dirían los uniformados, no hubo ni solidaridad ni apoyo al general Cienfuegos, acusado por Estados Unidos de graves delitos que finalmente la Fiscalía General de la República mexicana encontró sin sustento. En México, dijo Marcelo Ebrard, con las supuestas pruebas de la DEA al general en retiro ni siquiera se le hubiera podido detener.
Es sólo un tema, pero el territorio es vasto.
Los Estados Unidos, nuestro más importante vecino, socio, comprador y proveedor, casa de millones de mexicanos, comienza mañana una nueva etapa que se antoja histórica. Una cierta prudencia por parte del presidente de México sería recomendable. Por el bien de todos.
En teatro a esa situación le llamamos tercera llamada, tercera.
PILON.- Lamento profundamente la muerte en Monterrey de Daniel Butruille, periodista íntegro, vecino mío de barrio y de alguna publicación. Ya vamos quedando menos.
felixcortescama@gmail.com