Por Carlos Chavarría.
“El lenguaje de la política está diseñado para hacer que
las mentiras suenen como verdaderas y el asesinato como
algo respetable, y dar una imagen de solidez hasta al viento.”
George Orwell.
En todas las intervenciones del presidente ante un micrófono; que ya son varios miles en estos primeros 3 años de mandato; se ven los atisbos de un hombre bueno que cuenta con un pésimo equipo para lograr sus abigarrados propósitos que en términos muy generales consisten ayudar a los más fregados, y a esta tarea la definió como:
“La justicia es atender a la gente humilde, a la gente pobre. Esa es la función del gobierno… hasta los animalitos -que tienen sentimientos, ya está demostrado- ni modo que se le diga a una mascota: ‘A ver, vete a buscar tu alimento’.”
Por desgracia, la dinámica bajo la que trabaja la mente y discurso presidencial no es la misma que la de su equipo de trabajo y todo el tiempo lo viven metiendo en problemas debido a la ausencia completa de sincronía y alineamiento con los tiempos derivados del desempeño real de su organización.
Me imagino los corajes diarios del presidente que siempre lo ponen en la necesidad de trabajar y tomar decisiones no sobre el máximo beneficio sino sobre el mínimo costo político.
Es el caso de la muy desafortunada manera en que le han manejado la pandemia que vivimos, los supuestos especialistas en salud pública que simplemente no aciertan a poner en práctica una política de atención cierta y efectiva al flagelo del COVID.
Lo que menos quería el presidente, ver alcanzado el proceso electoral y de campañas, por los fracasos ante el COVID, parece que su equipo programó las cosas a propósito para obligar a economizar electoralmente el proceso de vacunación.
Nada previeron ni planearon con suficiencia aun teniendo tiempo para hacerlo. No compraron vacunas ni hicieron un plan de implementación, a tal grado que inventaron un registro de personas que está siendo suplido por los procesos de cada municipio donde se trabaja.
Aún ahora, anda el canciller Ebrard tocando puertas para cerrar algunos tratos de suministro, sean pagados o donaciones, para que se cumplan las fechas fatales electorales que escogió el presidente como momentos principales de la vacunación de sus previsiones electorales. Vamos ni siquiera tienen vacunas suficientes para aplicarse a trabajadores de la salud en el sector no público. Absurdo.
La obsesión de controlarlo todo lleva a cualquiera a la confrontación con los hechos reales, negándolos sin importar los costos y consecuencias sobre su propia gestión. Un ejemplo.
Convencieron al presidente de que los combustibles no subirían más que la inflación y todos los días el festinaba que así ocurría. Pero tan mal hablaron de las “reformas neoliberales” que arrojó el Pacto por México, que no le explicaron que el mecanismo y fórmula de cálculo de los precios de los combustibles en uso, reconoce que somos un importador neto de combustibles y entonces los precios domésticos reflejaran las variaciones en los precios de mayoreo internacionales a los que México compra.
Todos los días lo meten en problemas porque los datos oficiales no coinciden con las impresiones o minimizaciones que le trasmite su primer nivel y de ahí “los otros datos” que de verdad no sirven sino para callar las inquisiciones y dejar vivas las interrogantes.
Apostar toda su credibilidad a que el “pueblo bueno” le cree todo, cuando la crudeza de los efectos de la realidad sobre ese pueblo se acumula más allá de los datos es un riesgo que no tiene necesidad de asumir y una gran pérdida de tiempo para todos.
La creciente criminalidad, la acumulación de los problemas del sistema de salud, la educación atorada, el cero crecimiento económico, el agotamiento de todos los fondos, reservas y guardaditos, etc., no tienen asuntos donde se pueda contrastar y hablar de resultados sobresalientes que compensen lo malo.