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Unas cuantas joyas del tesoro de Frank Herbert

Por José Francisco Villarreal

«La intrincada expresión de los legalismos se desarrolla en torno a la necesidad de ocultarnos a nosotros mismos la violencia que empleamos hacia los demás. Entre el privarle a un hombre de una hora de su vida y privarle de su vida existe tan sólo una diferencia de magnitud. En ambos casos usamos la violencia contra él, consumimos su energía. Elaborados eufemismos pueden disimular nuestra intención de matar, pero tras todo uso del poder contra otro la última premisa es la misma: Me alimento de vuestra energía» Addenda a las Órdenes al Consejo, del Emperador Paul Muad’dib, “El Mesías de Dune” (1969), Frank Herbert.

«Las normas de conducta, ¡ah, las normas de conducta! Los liberales fanáticos son los que más me preocupan. Desconfío de los extremos. Escarba en un conservador, y encontrarás a un hombre que prefiere el pasado antes que el futuro. Escarba en un liberal, y hallarás a un aristócrata en ciernes. ¡Es así! Los gobiernos liberales se convierten irremisiblemente en aristocracias. Las burocracias traicionan la verdadera intención de las personas que forman dichos gobiernos. Desde el primer momento, los hombrecitos que formaron los gobiernos que prometieron equiparar las cargas sociales se hallaron inopinadamente en manos de aristocracias burocráticas. Ya se sabe que todas las burocracias siguen esa pauta, pero qué hipocresía descubrirla incluso bajo una enseña comunizada. ¡Ah!… bien, si las pautas me enseñan alguna cosa, es que se repiten y se repiten incansablemente.» Los Diarios Robados, “Dios Emperador de Dune” (1981), Frank Herbert.

“Todos los gobiernos sufren de un problema recurrente: el poder atrae a las personalidades patológicas.” Casa Capitular Dune (1986), Frank Herbert.

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// José Francisco Villarreal

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Autor: stafflostubos
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