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Por Carlos Chavarría

Nunca imaginó Adam Smith que “la mano que dirigiría el mercado” estaría sometida a la inmoralidad de quienes se supone deberían ser los mas feroces defensores del libre mercado, las instituciones financieras y las empresas privadas.

Todavía no se terminan de asimilar los costos de la crisis derivada de las hipotecas sub-prime y ya se aprecian los nubarrones de una nueva tormenta mundial, ahora en la figura de una de las empresas constructoras quizás la más importante de China.

La compañía Evergrande [https://www.evergrande.com/ir/en/corpinfo.asp] tuvo un fulgurante ascenso en el escenario del curioso capitalismo chino hasta contraer una deuda total que ronda los 600 mil millones de dólares y que otra vez, al igual que con Lehman Brothers, pone en riesgo la estabilidad de todo sistema financiero.

Evergrande, se une a toda una serie de organizaciones, como WeWork, Lehman Brothers [https://www.lehmanbrotherstreasury.com/general.php], y Theranos [https://es.wikipedia.org/wiki/Theranos] que, dirigidas por personas  sesgadas  por la codicia extrema, fueron capaces de asimilar enormes riesgos transfiriendo sus pérdidas a todo el sistema financiero internacional.

Esas y muchas otras empresas han violentado todas las medidas prudenciales que se han ido creando para blindar el sistema financiero y el circuito monetario contra la “creatividad financiera” de los mercados de capitales de riesgo, tratando de evitar la propagación de sus pérdidas a otros agentes económicos de tipo pasivo que nada tienen que ver con el absurdo de la toma de decisiones de los consejos de administración simuladores.

Las medidas de inyección de liquidez, que tomaron las principales economías del mundo para mantener a flote su producción, alteran la acumulación de valor que rodea al dinero, y las tasas de interés no son capaces de regresar al equilibrio hasta en tanto la demanda agregada no vuelva a crecer en términos reales.

Pero el dinero inyectado debe ponerse a trabajar y es cuando los operadores financieros empiezan a diseñar productos inveriosimiles para sostener iniciativas de negocio de muy elevado riesgo en el escenario actual.

Lo que subyace alrededor de Evergrande y otras más es el fenómeno que no  puede llamarse de otra manera que “inmoralidad financiera”, por el soslayo intencional de los niveles de riesgos operativos y financieros imperantes.

Solo imaginemos el caso del giro hacia la intensificación del “trabajo en casa o home office” y los impactos que este tiene sobre empresas de renta de espacios como WeWork. Cuando al mismo tiempo las deudas de esta empresa se empaquetan con otras en muy diversas versiones de derivados y bonos tratando de disminuir la concentración de riesgos para los emisores, pero aumentando la incertidumbre sobre la delta o derrotero de todo el mercado financiero.

Desde  los 90´s del Siglo XX los ciclos de auge y crisis han sido ocasionados en buena medida desde el sector financiero y el papel secundario que juega el riesgo moral y la ausencia de medidas concretas y reales para penalizarlo o internalizarlo dentro de los costos de la emisión de la  oferta financiera.

Más temprano que tarde las pérdidas de esas enormes empresas que olvidaron el riesgo se distribuirán entre todos los agentes económicos y el retroceso será muy alto, sumándose a los ya de por sí graves problemas causados por la caída en la demanda asociada a la pandemia.

Bonita manera de recoger los excesos de liquidez, destruyendo “creativamente” el capital de millones de ahorradores en el mundo para mantener un paradigma que ya no funciona. Las tuberías del circuito monetario están muy contaminadas y deben ser limpiadas para evitar el derrumbe de todo el sistema.

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Vía / Autor:

// Carlos Chavarría

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Autor: stafflostubos
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