Por Carlos Chavarría
No se sabe qué clase de lecciones pueda dar nuestro gobierno a los miembros de la ONU sobre nuestro “éxito en la lucha contra la corrupción”. Quizás Ebrard, o el propio presidente, no están enterados de que el gobierno mexicano firmó en 2003 el documento de la “Convención de Naciones Unidas Contra la Corrupción”, que los aparatos de gobierno de nuestro país continúan violentando cotidianamente [https://www.unodc.org/unodc/en/corruption/uncac.html].
Por lo pronto, dos de los apartados más importantes en ese documento, los referentes a prevención y criminalización de la corrupción, dejan demasiado a la vista y hacen públicos los fallos, incluso de la actual administración.
En nuestro país, lo que entendemos por corrupción está bastante relacionado con alguna partida de vivales, que tanto dentro como fuera del gobierno, se organizan para buscar la manera de brincarse las reglas y lo convenido y así obtener algún beneficio económico indebido, en cualquier oportunidad que tengan. En pocas palabras, una forma de robo.
Para empezar aquí les comparto el segundo párrafo de la materia preventiva y ustedes decidirán, por ejemplo, si eliminar a los órganos autónomos de control en el tema energético es una buena practica contra la corrupción:
“2. Cada Estado Parte otorgará al órgano o a los órganos mencionados en el párrafo 1 del presente artículo la independencia necesaria, de conformidad con los principios fundamentales de su ordenamiento jurídico, para que puedan desempeñar sus funciones de manera eficaz y sin ninguna influencia indebida. Deben proporcionárseles los recursos materiales y el personal especializado que sean necesarios, así como la capacitación que dicho personal pueda requerir para el desempeño de sus funciones”.
Después de leer ese documento emitido por la ONU y firmado por México queda claro que no hemos avanzado casi nada en el tema, tan delicado, de la corrupción.