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Por Félix Cortés Camarillo

«Durante el fin de semana los gallinazos se metieron por los balcones de la casa presidencial, destruyeron a picotazos las mallas de alambre de las ventanas y removieron con sus alas el tiempo estancado en el interior, y en la madrugada del lunes la ciudad despertó de su largo letargo de siglos con una tibia brisa de muerto grande y de podrida grandeza». Así comienza El otoño del patriarca, de Gabriel García Márquez, escrita ocho años después de su celebérrima obra maestra. Realmente creo que, como todos los genios, Gabriel escribió solamente una obra y que las demás fueron ancestros o variaciones de aquella.

De lo que no estoy seguro es si nos damos cuenta primero de la magnitud de la obra o del embrujo de sus primeras líneas. Decenas de obras maestras tienen inicios inolvidables. Tal vez necesitamos estar muchos años después y no frente a un pelotón de fusilamiento para apreciar plenamente aquello de que vine a Comala porque me dijeron que aquí vivía mi padre, de que en un lugar de La Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme o del comienzo de El extranjero, de Camus: «Hoy ha muerto mamá. O quizás ayer. No lo sé. Recibí un telegrama del asilo: ‘Falleció su madre. Entierro mañana. Sinceras condolencias’.»

Yo no sé cuándo y con qué frase comenzó esta fantástica novela nacional que estamos viviendo y que no tiene trazos de tener final feliz, como no lo tienen las historias de Gregorio Samsa, Anna Karenina o Juan Preciado. De lo que no me queda duda es que estamos entrando al inevitable tobogán de descenso del drama mexicano. Este miércoles comienzan los últimos tres años, espero, del poder del presidente López.

Apremiado por la fecha fatal que se avecina implacable, Andrés Manuel le ha dado el penúltimo sablazo a cualquier esperanza de normalidad cívica a su gobierno. El acuerdo publicado el 22 de noviembre de este año ha dejado a todos los mexicanos inermes ante todos y cada uno de los atentados que en contra de los derechos de los mexicanos se le ocurran a esta nueva versión de su Alteza Serenísima.

Los mexicanos no solamente no podemos enfrentar esos abusos mediante la ley de amparo. Ni siquiera podemos ejercer el derecho a la información para que nos den los detalles del agravio. A la vez que se nos despoja de la posibilidad de defensa legal, se nos impide enterarnos de la verdad del atraco.

Lo escucho en todas las sobremesas, y tengo que conceder que México tiene el gobernante que se merece. La indolencia, la ignorancia, la pobreza, todas ellas han guiado a un rebaño acrítico y numeroso, que a cambio de un indispensable y pequeño remedio a su miseria renuncia a todos sus derechos. A esto hay que añadir la escasez de liderazgos alternos válidos: convertido el PRI en un zombie sonámbulo y corrupto, el surgimiento de un Frente Cívico Nacional con figuras tan gastadas como Gustavo Madero, Cecilia Soto o Emilio Álvarez Icaza ofrecen magra esperanza. Mucho más perspectivas se advierten en la consolidación de Movimiento Ciudadano, si se sacude de sus rémoras de inicio y se vitaliza con los jóvenes que han comenzado a destacar ahí. Si no es que un puñado de lentejas compre las voluntades de sus dirigentes. Lo veremos muy pronto.

Por el momento, el presidente López ha llegado a su cúspide: inevitablemente sigue el descenso.

PARA LA MAÑANERA (porque no me dejan entrar sin tapabocas): La cuarta ola de la pandemia de Covid 19 ya está aquí. El doctor López-Gatell dice que como no se han presentado brotes en México, la política de cerrar fronteras es errónea. También nos dijo que si llegábamos en México a 60 mil muertos eso era la catástrofe. Tenemos arriba de 600 mil fallecidos.

‎felixcortescama@gmail.com

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// Félix Cortés Camarillo

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Autor: stafflostubos
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