Por Francisco Tijerina Elguezabal
“Cuanto se hace con prisa queda enseguida pasado de moda; por eso nuestra civilización industrial moderna ofrece
tan curiosas analogías con la barbarie.” // Gilbert Keith Chesterton
Siendo yo niño, ese gran actor que fue Arturo Benavides grabó con su incomparable voz el poema “Desiderata” del norteamericano Max Ehrmann, convirtiéndolo en un éxito en la radio y la venta de discos.
Tuve mi disco de 45 rpm y lo escuché infinidad de veces hasta que me aprendí el poema que, de cuando en vez, reaparece en mi memoria para recordarme aquello de:
“Camina plácido entre el ruido y la prisa / y piensa en la paz que se puede encontrar en el silencio…”
La modernidad y el tiempo han provocado que vivamos una vida con prisa, más que de prisa. Todo nos urge, todo lo deseamos pronto, exigimos rapidez como sinónimo de eficiencia y no todo y no siempre es así.
Terminas por entender que en la actualidad se vive poniendo más atención a lo urgente, que a lo importante, precisa y justamente por las prisas y un ejemplo claro es la forma en que consumimos la información diaria en la que lo novedoso, si tiene los elementos necesarios para ser considerado como “noticia”, esto es: “violencia, escándalo, sangre o sexo”, como diría mi querido amigo peruano Javier Maza.
Así, México entero se sacudió el miércoles 29 de octubre al enterarse de la extraña muerte del joven actor Octavio Ocaña, conocido por su personaje de “Benito” en la serie “Vecinos”, luego de una persecución por parte de policías del Estado de México.
Versiones, videos, declaraciones, inundaron los medios y las redes sociales de todo el país. Un mes y medio después ni quién se acuerde de “Benito” y nos explique las verdaderas circunstancias que rodearon su caso.
Y si un mes y medio es poco tiempo, ¿qué decir del “borrón” del deceso de la inigualable Carmen Salinas que pasó a un segundo plano con la partida de Vicente Fernández?
Carmelita murió el jueves 9 y los reflectores y reconocimientos le duraron poco porque el domingo dejó de existir Chente y por supuesto, de la hija pródiga de Torreón ni quién se acordara, porque ya había otra novedad.
Y ese domingo durante buena parte del día, los mexicanos se prendieron materialmente del televisor y de las redes sociales para recordar al “Charro de Huentitán”, su música, sus películas y los pormenores de cómo sería su sepelio y despedida.
Al final, con todo y las prisas, terminamos emulando a aquellas señoras de barriada que a diario se informaban de todas las novedades en torno a los lavaderos de las azoteas. Dicho en otras palabras, muy modernos, sí, pero nos encanta en chisme.
El tiempo vuela y la noticia se convierte en historia minutos después. Dígalo si no el hecho de que los mismos que el domingo por la mañana lloraban a Vicente Fernández, se emocionaban hasta las lágrimas viendo el triunfo en penalties del Atlas de Guadalajara esa misma tarde.