Por Félix Cortés Camarillo
El presidente López regresó una vez más a su juguete predilecto: el plebiscito para revocar su mandato al frente del Poder Ejecutivo, una consulta oficial realizado por la institución encargada de las elecciones en México, y que para Andrés Manuel López Obrador y su peculiar lenguaje e interpretación de la política es un plebiscito no sólo para ratificarlo en sus funciones de Presidente: sería un llamado popular para que continúe en el poder más allá de diciembre del 2024, como juró hace tres años.
El presidente López dijo ayer que según su entendimiento se habían ya reunido y entregado en exceso las firmas de ciudadanos con derecho a voto y credencial de elector requeridas para obligar al INE a organizar tal sufragio. Andrés Manuel habló de diez millones de firmas.
Suponiendo -sin conceder- que la afirmación de la mañanera del lunes no sea una más de las mentiras del presidente. Pasemos por alto que solamente una décima parte de esas supuestas firmas fueron recabadas de manera que su legitimidad quede fuera de toda duda. Olvidémonos de los viejos trucos electorales del fallecido -aunque nadie le haya informado- PRI. Miremos hacia otro lado ante los cadáveres que sufragan, los votos repetidos o las credenciales apócrifas. Supongamos que realmente hay diez millones de electores que insisten en que se haga lo que el presidente López desea con pasión: el revocamiento de mandato presidencial.
Si tenemos diez millones de votantes mexicanos apoyando el proyecto de su presidente, eso es escasamente la tercera parte de los que emitieron su voto, por la razón que fuere, en favor de Andrés Manuel en las elecciones del verano de 2018. ¿En dónde quedaron los otros 23 millones de electores que dejaron su papeleta en las urnas para llevar a Palacio Nacional a su actual inquilino?
Otrosí, como dicen los leguleyos.
La danza de los millones es una diversión muy popular entre los políticos mexicanos en cuanto se hacen de algún poder: a mayor dimensión de éste, mayor popularidad de aquella. Generalmente esos números son vagos, imprecisos ye infundados. El asunto aquí es que el requisito legal para que se haga el famoso plebiscito no es numérico simple y acumulativo. Debe ser representativo del formato federal republicano que para bien o para mal los mexicanos nos hemos dado y nos gusta. Cuando no nos guste, lo podemos cambiar.
Va de anécdota, que no es chisme. Un viejo superior mío, un día que no tenía nada qué hacer pidió revisar la nómina de los ejecutivos que trabajábamos en la enorme empresa del cual era socio importante. Tras minucioso análisis exclamó: “¿y quién es ese Total, que gana más que yo, y qué hace?”
Los electores que deben pedir se organice el sufragio sobre la revocación de mandato no deben cumplir solamente la cifra del señor Total. En esa expresión ciudadana deben estar representados los votantes de cierto número de entidades federativas. Y yo estoy seguro de que en mi estado, Nuevo León, a los electores nos interesa un pito el juguete del presidente López. Y puede que en otros importantes estados la situación sea la misma.
Por eso ahora a la agresión verbal en contra del INE se ha concretado la ofensiva judicial, de parte de un dócil cordero de Andrés Manuel (o gato, es lo mismo) en la Cámara de Diputados, en contra de los seis consejeros del INE que votaron a favor de posponer el tantas veces mencionado sufragio.
Sufragio que se hará, dígase lo que se diga. Porque lo ordena el Señor. Y si se necesitan veinte millones de firmas para que se haga, aparecerán treinta millones de firmas. Me cae.
PARA LA MAÑANERA (porque no me dejan entrar sin tapabocas): ¿Todo esto es para que se nos olvide el caso Odebrecht?
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