Comunicación en Línea
Por Omar Cervantes Rodríguez
A casi dos años de la llegada a México del Covid19 y en medio de una llamada cuarta ola por una cepa de nombre Ómicron, mientras más leo noticias, artículos e información, además de confundirme más, me pasa por la mente la idea de que estamos hablando de dos enfermedades diferentes diametralmente.
Escribo estas líneas con todo el respeto y responsabilidad, declarándome no solo con falta de expertis en la materia, sino deseando como comunicador, que quienes dirijan el debate público sean verdaderos expertos de un tema que ha sacudido al mundo entero.
Ignoro si en realidad sean los planes de vacunación mundiales, el hecho de que muchas personas ya han generado anticuerpos por haber albergado al virus en algún momento o, simplemente que la mutación de cepas haya sido tan drástica que hoy el discurso en torno a la enfermedad es muy diferente al que escuchábamos sobre todo de marzo a diciembre del 2020.
Lo cierto, insisto, analizando como comunicador, es que en un tema donde ha habido polarización, desinformación, alarma, confrontación y una falta total de liderazgos comunicacionales al respecto, lo que en el 2020 era noticia de una enfermedad muy contagiosa y letal, que paralizó a casi todo el planeta, hoy es, en muchos círculos, un padecimiento no mayor a una gripe, que para algunos, podríamos estar superando a partir del verano próximo.
Hace algunos días comentaba con amistades de cómo ha ido evolucionando nuestra percepción del mismo tema, ya que durante gran parte del 2020 y antes de que comenzaran las campañas de vacunación en el mundo, los medios masivos destacaban la letalidad del virus, la capacidad o falta de capacidad hospitalaria y el número de contagios y muertes.
Adicionalmente, cuando llegábamos a conocer a alguien cercano que hubiera estado contagiado, lo primero que hacíamos era preguntar si tenía factores de comorbilidad y su estado de salud en general ya que, en aquellos momentos, la posibilidad de un deceso por este virus era muy grande y nos causaba angustia.
Casi todos de una u otra manera fuimos impactados por la muerte de personas cercanas o de figuras públicas que perdían la batalla contra el virus, con todo lo que ello a nivel de percepción y opinión pública significa, amén de las medidas que en casi todo el mundo obligaron a parar la productividad y la socialización de las personas, emprendiendo el aislamiento como una de las medidas más eficaces para prevenirse en lo individual y en lo colectivo.
Después llegó el debate por las vacunas, las marcas, la población que debía y la que no debía ser tratada con el biológico, las diferentes posturas en diversos países y, por supuesto, la polarización con el surgimiento de grupos antagónicos a este método de prevención.
En todos estos meses, tanto antes como después de la vacuna, los ciudadanos del mundo vimos cómo en los continentes y en los países se tomaban diferentes medidas y la autoridad internacional en la materia, la Organización Mundial de la Salud, variaba sus posturas con relación a varios temas secundarios con lo que, en el mejor de los casos, en el planeta entero pudimos apreciar que no había un plan concreto para enfrentar esta pandemia y mucho estaba decidiéndose a prueba y error, haciéndose investigación sobre la marcha.
Todo ello sin contar las teorías extremas de conspiración y cualquier cantidad de hipótesis con respecto al virus, a la vacuna y a todos los males que han azotado al mundo en los últimos dos años, abonándole más al caos informativo de un tema tan complejo como delicado que, en materia de comunicación, podría estar reprobado en casi todas las latitudes.
En México, la pandemia a nivel comunicacional y político ha sido uno de los temas más controvertidos tanto de la administración pública federal como de las entidades federativas destacándose los temas de salud pública y, los relacionados a las consecuencias económicas de las medidas implementadas.
Me tocó vivir de cerca como vocero y comunicador de la secretaria de Gobernación federal, año y medio de experiencias en las que fui testigo de cómo fue evolucionando el tema para pasar de ser un asunto meramente de salud pública a un motivo más de controversia y polarización entre todos los sectores involucrados, en lo que de pronto parecía ser que la imagen y la política estaban por encima de la misma enfermedad.
Hoy a 23 meses aproximadamente del primer caso de Covid19 en México, el discurso es completamente diferente, como si se tratara de una enfermedad distinta a la que nos azotó por tanto tiempo.
Hoy se coincide en que no es necesario parar la productividad de las ciudades, se dice que la vacuna ha protegido a la población y se afirma que la nueva variante que ha traído récords diarios de contagios es muy poco nociva, equiparable a una gripe.
Al menos ese es el discurso público y de las decisiones que se toman como medidas preventivas, además de que a diferencia del 2020, hoy cuando sabemos que alguien tiene el virus le deseamos pronta recuperación porque damos por hecho que en unos cinco días habrá pasado.
Evidentemente no faltan quienes dicen que no se está hablando con la verdad, que los hospitales si se están saturando y que esa “gripe” tendrá secuelas graves en el organismo dentro de algunos meses.
Lo cierto es que sigue sin haber un discurso homogéneo y rector y al parecer los seres humanos estamos condenados a seguir viviendo con el enemigo.
¿Serán dos enfermedades diferentes? Al menos en el discurso así parece. Y dos realidades muy distintas 2020 al 2022.