Por Félix Cortés Camarillo
No es novedad alguna afirmar que México se encuentra en una crisis profunda.
El presidente López puede insistir en que el crecimiento económico de nuestro país en 2022,23 y 24 será cada año del cinco por ciento, el doble de lo que se ha logrado en promedio durante el último cuarto de siglo. Los que saben, dicen que si no salen números rojos al menos este año, podremos respirar con alivio. De los demás no hay pronósticos confiables. Y las consecuencias de esa situación las conoce cualquier mexicano que acuda a comprar alimentos o lo que compre.
La incontrolada violencia criminal y ostentosa no se limita a Zacatecas, Michoacán, Veracruz o Tamaulipas. El día en que la delincuencia organizada lo decida, los muertos empaquetados y los cadáveres colgantes aparecerán en las calles y puentes del Distrito Federal, Guadalajara, Monterrey o Baja California. El fracaso de la Guardia Nacional es evidente so cobijo de la política de abrazar a los delincuentes en lugar de ejercer la fuerza legítima en su contra.
La pandemia actual será eventualmente contenida, como el hombre ha logrado contener la pandemia en turno desde hace un par de siglos. Pero vendrá irremediablemente otra en cualquier momento, y nos encontrará otra vez sin un sistema de salud pública honesto por vía de su eficiencia, que ya no se diga sea capaz de prevenir, mucho menos enfrentar las consecuencias de los futuros males.
Hay otros rubros en los que la realidad terca le sale debiendo a la más optimista de las ópticas o evaluaciones. Con eso es suficiente.
Pero la suma de estas calamidades no es la mayor amenaza que se cierne, a mitad de este sexenio, sobre los mexicanos. El mayor peligro, muy real, es que esa realidad se prolongue y llegue a estabilizarse dentro del organismo social nuestro. La amenaza de que por medio de las reformas electoral y energética, eventualmente con una nueva Constitución que según su confesión pasó por la cabeza del presidente López, México no tenga -como explícitamente lo dice- marcha atrás.
Cuauhtémoc Cárdenas es el único político mexicano que conserva la lucidez en su capacidad de análisis, sin sentirse obligado a rendir la pleitesía que para sí reclama su correligionario . Y Cárdenas está muy consciente de la amenaza que se esconde en la permanencia de Morena, con o sin López Obrador. En una entrevista con José Gil Olmos para la revista Proceso, y a propósito de su libro más reciente “Por una Democracia Progresista”, el ingeniero Cárdenas es muy claro, aunque al mismo tiempo prudente, sin acusaciones directas o personalizadas.
“El tobogán de deterioro que prevalece en la actualidad no puede ni debe ser el futuro de México” es tal vez la más precisa y sustancial síntesis del pensamiento de Cárdenas. Él insiste en un debate para dar solidez a un futuro de progreso y bienestar sostenido para México y los mexicanos.
Los juicios son contundentes. “Ha habido hechos graves de corrupción, chicos y grandes, que se tienen que corregir”. El régimen actual está aplicando “la misma medicina que solo acentúa los males que pretende remediar”. En otras palabras, la cuarta simulación es la continuación de un priísmo anquilosado y aniquilado que tanto Cuauhtémoc Cárdenas como Andrés Manuel López Obrador conocen muy bien desde sus entrañas y en su momento combatieron.
El tiempo transcurre y la solución que Cárdenas propone se ve cada vez más lejana, casi un sueño imposible: alcanzar una sociedad igualitaria, con una economía en expansión y cultura floreciente, en un estado de derecho.
Todo lo contrario a la morena amenaza.
PREGUNTA PARA LA MAÑANERA (porque no me dejan entrar sin tapabocas): con todo respeto, señor presidente: ¿No que no? Hace unos días usted dijo que ya no comenzaría hospitales porque luego se dejaban a medias; ahora resulta que el terreno de lo que iba a ser la nueva refinería de Tula, y que le heredaron bardeado y todo, será un hospital regional para todos….
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