Por Félix Cortés Camarillo
Cada vez que alguien fallece, sus seres cercanos se vuelcan al deporte de descubrirle virtudes hasta entonces desconocidas, exaltándolas hasta la saciedad. Cuando el difunto es una personalidad destacada en algún ámbito público, el fenómeno se magnifica. No me sorprende entonces el caudal de elogios que se han hecho a la persona y trayectoria de Rogerio Azcárraga Madero. Tengo para mí que en este caso los elogios han sido insuficientes; alguno de ellos inexacto, tal vez, pero Rogerio merece más.
Con Rogerio Azcárraga Madero desaparece el último integrante de una pléyade de prohombres que tuvieron el talento, la visión, los recursos y el arrojo para iniciar, desarrollar y consolidar la comunicación de masas en México. Fueron los que iniciaron la radio y la televisión que hoy tenemos, que es muy digna en sus calidades, y sin las cuales México no hubiera alcanzado el grado de desarrollo social y cultural que tenemos. Rogerio fue el último de esos hombres: algunos se apellidaron Azcárraga, otros Serna y otros Vargas.
He escuchado repetidamente en las últimas horas que Rogerio fue el creador de la radio hablada en México. No es exacto. No hay duda de que la señal de Radio Fórmula y más recientemente Tele Fórmula, dominan la preferencia de la audiencia totalmente, de la mañana a la noche. Sería injusto, sin embargo, no reconocer que hubo antes un José Gutiérrez Vivó quien fue con Monitor el primero que, con el apoyo de Clemente Serna, sacó a Radio Red de la emisión toca-discos a un programa informativo hablado. La gran aportación de Rogerio y su fórmula es darle después continuidad a la señal informativa con una variedad de voces y estilos de periodistas destacados que hoy dominan el cuadrante desde las cinco y media de la mañana hasta la media noche con una sucesión de talentos variados y de gran capacidad probada. Ahí está el secreto y el gran mérito.
Poco se habla, sin embargo, del gran impulsor de la música en español, sus compositores y sus intérpretes, que fue Rogerio con su casa editora Orfeon. Sin su esfuerzo y empeño la enorme mayoría, por no decir la totalidad de los ídolos de la música latina serían una soberanos desconocidos. Poco se habla de la defensa permanente de la libertad de los medios electrónicos de comunicación, frecuentes presas en la mirilla de los presidentes de la república en México, que no han podido doblegarlas. Al día de hoy. Sin la agresiva fiereza de sus parientes, Azcárraga Madero, con su tono moderado y cortés, no dejó que Echeverría, Zedillo, Fox y otros, lograran someter a los radiodifusores, a pesar de ponerles piedras en el camino.
La versión más aceptada sobre la causa de la extinción de los dinosaurios afirma que la caída de un enorme meteorito en Chibchulub, en nuestra tierra maya, levantó una nube de polvo tan amplia y espesa que ocasionó el enfriamiento del planeta que los enormes saurios no pudieron resistir. Yo creo en la otra teoría: no se supieron adaptar a los cambios.
El gran mérito de Rogerio Azcárraga Madero fue saberse adaptar a los cambios; incluso preverlos. Saber adivinar que tocar discos solamente era una tarea demasiado pequeña para el nuevo medio y que la sociedad en su evolución iba a encontrar otras maneras de escuchar música. Supo entender que el México posterior a 1968 necesitaba escuchar su voz en el radioreceptor. Y para ello diseñó una fórmula.
Una fórmula que sigue funcionando. Ya no existen los gigantes que pusieron los cimientos. Corresponde ahora a sus hijos y nietos seguir en esa línea. Sólo si eso sucede Rogerio y sus pares podrán descansar en paz.
PILÓN PARA LA MAÑANERA (porque no me dejan entrar sin tapabocas): Todo se puede esperar este domingo. Los centuriones de Morena están listos para tomar los accesos a San Lázaro para que la cómoda mayoría así blindada apruebe la ley Bartlet. Sería una vergüenza para el presidente López vencer así.
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