Por Félix Cortés Camarillo
El invierno de 1944-45 fue particularmente frío en Europa y para Adolfo Hitler decisivamente importante después del desembarco de Normandía el verano reciente. Sin ser un estratega militar formado, y a partir de su mera intuición, el führer decidió jugarse lo que para la historia iba a ser su última carta, la batalla de las Ardenas. Christer Bergström, escritor sueco, al analizar este combate deja caer por ahí la idea de que si Alemnia hubiese triunfado en las Ardenas, las bombas atómicas de los Estados Unidos no hubieran caído sobre Hiroshima y Nagasaki sino sobre territorio alemán, como era la idea original.
Las Ardenas es un territorio compartido por Bélgica y Luxemburgo. El objetivo de los alemanes era avanzar sobre Bruselas y llegar a fortalecer el debilitado dominio del puerto de Amberes, dividiendo así las fuerzas aliadas por el medio, dejando al británico Montgomery en Normandía y a Eisenhower en un París que era la fiesta de su liberación con champagne, mujeres y todo. Hitler jugó su última carta, la gran ofensiva. La falta de combustible, el frío demoledor y la conciencia de los soldados alemanes de que esto era a morir o matar –o marchar al frente oriental a pelear con los rusos– acabó con la derrota nazi después de seis semanas, en enero. La gran ofensiva de Hitler había fracasado.
El presidente López ha lanzado su última gran ofensiva. Consciente de que va de salida y de que sus adversarios están desunidos, celebrando una victoria aparente con los rechazos a la revocación de mandato y a la contrarreforma energética, juega su último triunfo. Se llama reforma electoral y su objetivo es destruir el Instituto Nacional Electoral para sustituirlo por un organismo dependiente de la Secretaría de Gobernación, como en el pasado priísta, que le implemente todo proceso electoral bajo un nuevo nombre revelador: Instituto Nacional de Elecciones y Consultas, en donde lo de menos serán las elecciones y lo de más serán las consultas a mano alzada. Los siete consejeros, para sustituir a los once actuales, serían electos por el pueblo sabio y noble a partir de 20 candidatos propuestos por el presidente López, 20 por el poder legislativo donde Morena tiene mayoría, y 20 en el judicial, donde conserva simpatías. Modelo de democracia.
La ofensiva de López Obrador tiene otros frentes. De inicio, la desaparición de los institutos electorales de las entidades federativas, las 32, dándole una puñalada al federalismo y centralizando el poder electoral en Bucareli. Enseguida, una medida popular y populista, la disminución del número de legisladores; eso es generalmente bien visto. Lo que ya no resulta tanto es el camino de la supresión de los representantes plurinominales. Según el proyecto de ley, los diputados y senadores serán electos conforme a las planillas que los partidos presenten. La desaparición de los plurinominales, una conquista que inventó Jesús Reyes Heroles, el artífice de la transformación política de México hacia la democracia, tiende a cristalizar el sueño del viejo PRI, de que las minorías no lleguen al poder legislativo. Por este camino, Morena alcanzaría la meta en contra de la que Morena luchó desde antes de su existencia: un partido aplanadora y omnipotente que llegó a ser el PRI antes de Reyes Heroles.
Eso de suyo es bastante grave, pero no es lo peor.
El presidente López, con su reforma, pretende cortar el subsidio del Estado a los partidos políticos. La idea es que a los partidos políticos se les dé dinero solamente en los años de elecciones.
La democracia es un bien precioso y su precio es alto. Con los recursos del erario en sus manos, Morena puede comprar los votos como lo hacía el PRI, con becas, pensiones, apoyos, sembrando vidas y otros incentivos “con gorgojos” recursos a los que la oposición –cualquier oposición– no tiene acceso. Pero eso tampoco es lo peor.
Lo peor es que los partidos políticos recibirían la licencia para hacerse de fondos mediante contribuciones de los que sí tienen dinero. Los grupos odiados del poder económico. Como los empresarios, los gobiernos extranjeros… y el narcotráfico. Bastante injerencia tiene ya el crimen organizado en las elecciones a nivel municipios y estados como para darle manga ancha en el camino de hacerse del poder total.
Eso pretende la cuarta simulación con su gran batalla de las Ardenas.
PILÓN PARA LA MAÑANERA (porque no me dejan entrar sin tapabocas): Para entender la reforma electoral, solamente hay que seguirle la pista al dinero. El problema es que el dinero se está acabando. Con todo respeto, señor presidente, ¿ya se le olvidó su afirmación de que México iba a crecer al 5% en el 2022, al 5% en el 2023 y al 5% en el 2024? A mí, no.
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