Por Carlos Chavarría
En nuestros días practicamos una politización insana de la vida pública, es insana porque no eleva la concientización social de los asuntos públicos, solo ofrece un circo mediático que arrebata un tiempo valioso, en tanto nuestros problemas se hacen cada vez mas graves.
Los discursos maniqueos, vengan de donde vengan, lo único que consiguen es que en una especie de efecto de cohorte social, aumentan las inquietudes desgastantes y el país se para poco a poco, como ya ocurre con las inversiones.
La prevención y/o solución de los problemas obliga a tomar decisiones y actuar en consecuencia. Parece simple, si estamos acopiando la información necesaria y suficiente acerca del estado del mundo que nos rodea y conocemos las relaciones causa-efecto de los fenómenos, podríamos con gran facilidad mantener las cosas en la dirección que nos interesa. Sin embargo, hoy por hoy es una constante la degradación de lo que nos concierne a todos, de la cosa pública.
Las sociedades más exitosas en la solución de sus problemas son aquellas que han logrado trabajar con un método que reduzca la subjetividad que acota la racionalidad. Se ha gastado mucha tinta y sesos en el estudio de los llamados sesgos cognitivos que atañen al ser humano como tal y hoy la politización de todo lo que nos rodea es la principal fuente de nuestra racionalidad limitada.
La norma mexicana, ahora, es no entregar más información que la necesaria para que la sociedad esté enterada, pero no para que participe en las decisiones, nada más que las acate. Los ejemplos se multiplican todos los días, en todos los niveles de gobierno.
Una administración cuestionada desde sus orígenes, decide hacer un nuevo aeropuerto en un lago, los mismos razonamientos que se usaron para llevar adelante el proyecto –el congestionamiento del actual de la Ciudad de México– la nueva administración los usa para justificar cancelarlo y escoger otra ubicación; en tanto, la sociedad nada más observa, pues la información de rentabilidad social y privada de ambos proyectos es casi nula.
Para enfrentar los impactos económicos derivados de la pandemia, la administración en funciones decide que “cae como anillo al dedo” para sus proyectos electorales y destina cantidades ingentes de dinero no para sostener el empleo sino el consumo de sus públicos electorales. La inflación se sale de control y aquellos que recibieron dinero ahora lo deben regresar en mayor gasto familiar.
Ya los recursos no existen y se deciden a implantarnos un cargo por ”revisión vehicular” motivado en mejorar las condiciones de seguridad (mentira), pero no se entrega información que justifique la enorme transferencia anual que ocurrirá desde los hogares de clase media y hasta del gobierno federal.
Por 40 años México se integró al mundo por medio de una muy activa política exterior, que luego se decide cambiarla por “la mejor política exterior que es la política interior” y en el momento que más se requieren inversionistas para aprovechar los reacomodos del mundo económico, se decide volver a cambiar la política exterior convirtiendo a la Presidencia en la defensa de los países mas aislados y cuestionados de América Latina por sus practicas políticas a contra corriente de la mejora democrática.
Más intrincado resulta en el caso de decisiones que se deben tomar dentro de la implantación de políticas publicas que son tangenciales entre sí o contradictorias en su transversalidad, porque se debe escoger no solo lo que se evaluó en cuanto a costos y beneficios, sino conflictos diversos entre intereses legítimos y algunos no tan legítimos del propio régimen.
Nada menos en este momento y ante las crisis ocasionadas por la inacción del gobierno estatal que dejó la administración de Jaime Rodríguez, se agigantaron dos temas que duelen mucho y de costos consecuenciales enormes: el abasto de agua y la red de transporte colectivo.
La administración de Rodrigo Medina decidió traer el agua del Río Panuco y se movieron para llevar a cabo tal decisión y hasta concursaron varios proyectos asociados. El desprestigio de esa administración fue alcanzado por la vorágine electoral del “Bronco” y se combinó con las presiones de grupos de interés locales, el resultado fue la cancelación del proyecto, sin embargo, nada se hizo para resolver el problema real de déficit de agua que ya se conocía.
Aquí esta más que claro que la decisión fue politizada y, se distorsionó, sino es que anuló por completo la visión de toda la sociedad, empresas y ciudadanos, su gobierno y medios de comunicación y ahora enfrentamos las consecuencias.
En el tema del transporte ocurrió algo similar. La administración del Bronco tomó la decisión cancelar las actualizaciones de los precios del transporte. Hoy se adopta un cambio radical en el modelo de transporte colectivo que usa al metro como verdadera columna vertebral y de inmediato surgen grupos de interés que presionan por un trazo subterráneo de la red maestra que es irrealizable y con una razón de retorno social muy pobre, pero la politización vuelve a confundir y poner en riesgo la solución de ese agudo problema.
El recuento de asuntos no resueltos se incrementa todos los días con temas de todo tipo: seguridad, violencia, salud, educación, etc. Y nada nos hace concentrarnos con seriedad en ellos. Si para cualquier político está bien y hasta es aceptado que busque la promoción de su imagen, para los ciudadanos lo único que debe importar son los resultados y no la politiquería banal.