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Por Francisco Villarreal

Mi madre tiene la costumbre de alimentar a las palomas y a los gorriones. Lo hacía cuando vivía con su difunto marido, lo hace ahora que vive con su medio muerto hijo. Sé que muchos consideran a las palomas como una plaga, sean bravías, turcas, de ala blanca o tórtolas. Pero a mí me inspira mucho respeto todo aquel animal, de la especie que sea (hasta las ratas), que sobrevive a pesar del animal humano, un depredador que por donde se vea es devastador hasta para su propia especie. Mi madre exprime su ya de por sí exigua pensión para repartir dos kilogramos de semillas al día y asegurarse que sus protoángeles se alimenten dos veces al día. “Mis pajaritos”, les dice, y ellos se lo creen. Aguantan el regaño por impacientes cuando aletean sobre su cabeza, saltan en sus manos o derraman el agua de los bebederos. Sombra, agua y comida: satisfactores básicos que los humanos no siempre permiten a otros humanos, mucho menos a los animales. Pero lo más maravilloso de todo es que los pájaros “de mamá” parecen entender su relativa pertenencia. El secreto es que no está condicionada, son de ella porque son absolutamente libres. Compartir esa libertad es un regalo ya que, aunque sea un poco, también nos liberan. Muchos me han reconvenido por permitir que mi madre gaste así su pensión, y no es poco el gasto, pero lo veo como una inversión: el alma humana suele ser oscura y densa, no está de más tener alas aliadas.

Esa idea de pertenencia sin condiciones es interesante. Por el contrario, los humanos tenemos muy arraigada la posesión tiránica de personas, cosas, ideas. Poseer para utilizar o para acumular incluso sin usufructo. Limitar la naturaleza de nuestras “posesiones”. Ponerle nuestro apellido hasta a un lápiz mordisqueado: mi casa, mi colonia, mi escuela, mi trabajo, mis amigos, mi novia, mi novio… Así, nombrando, determinando, dejamos de pertenecer para poseer, aunque sea inconscientemente. Es que las palabras no son tan inocentes. Enunciar tiene su mística, más allá del esotérico “decreto”. Enunciar nos describe y nos exhibe. Tal vez por eso don Carlos Gustavo Young amplió su teoría del psicoanálisis con espacios reservados al misticismo. El factor común es, por supuesto, la imaginación.

En lo social, quiero creer que hay una mente colectiva. El “nuestro” debe desplazar necesariamente al “mi”. Esencialmente esto implica la democracia, si no fuera porque el enunciante se adhiere a una pertenencia limitada para, en “su” colectivo, poseer la verdad, la fuerza, la territorialidad, etc. No es lo mismo el México de todos que el de un partido, un mandatario, o un líder, por ejemplo. Y en este tono singular que quiere generalizar, me encuentro una declaración del diputado federal Víctor Pérez quien asegura que el municipio de Santa Catarina pertenece y seguirá “siendo” del Partido Acción Nacional. Lo confirma presumiendo una militancia municipal de “más de dos mil miembros activos”. ¡Imponente! ¡Arrollador! Sobre todo si consideramos que en el 2021 la lista nominal de electores era de casi 229 mil, que votó cerca de la mitad, y que el actual alcalde, Jesús Ángel Nava, obtuvo un poco menos de 55 mil votos, una cifra importante, sin duda. Esta cifra correspondería a una quinta parte de la población total de ese municipio, si nos atenemos a estadísticas del 2015, obviamente ya superadas. En otras palabras: alrededor de 2 mil catarinenses “pertenecen” al PAN; unos 52 mil, no del todo; y casi un cuarto de millón de personas, definitivamente no. Así está el feudo de Víctor Pérez.

La renuncia de don Jesús al PAN tuvo que mover las aguas políticas, que siempre significa remover el cieno del fondo y enturbiarlo todo. Yo siempre he creído que un funcionario de elección popular debe obligarse a renunciar a cualquier militancia partidista. Don Jesús no gobierna para complacer a 2 mil militantes, ni a 52 mil simpatizantes, sino para obedecer a más de 300 mil almas, sean o no electoras. La “posesión” que proclama el diputado federal es un alarde que dice mucho de su partido y, por extensión, de todos los partidos. Los nuevos señores feudales patentizan la ausencia de vocación de servicio, indispensable para la función pública. No ven a personas sino a territorios. Olvidan que la pertenencia a un territorio, aunque sea ideal, es de todos sus habitantes, no de un reducido grupo de notables, alrededor de 2 mil en este caso… y así en todos. Estos nuevos atilas o temuyines, “conquistan” territorios y luego imponen un control rígido para conservarlos a como dé lugar, así sea manipulando bienes y servicios públicos. 

Es claro que la renuncia de don Jesús a su partido tiene que ver, no con los catarinenses sino con el propio PAN. Si como el diputado Pérez pretende “poseer” a Santa Catarina, también ve a su partido, debe ser incómodo para la militancia. Pero las más fantásticas promesas que le hicieran a don Jesús en otro partido, si las hubiere, no harían mella en sus convicciones porque no se trata de lealtad sino de pertenencia. Y es de todos sabido que el PAN de Nuevo León está bajo el control de un pequeño grupo de… ¿tres?, que excluye a los demás. No nos escandalicemos. El PAN no es la excepción sino la norma en prácticamente todos los partidos, si acaso la diferencia la harían en número de sátrapas, la discreción y el descaro.

A mí en lo personal no me importa que don Jesús renuncie al PAN, y no debería importarle ni a los panistas. En teoría, la militancia agrupa muchos bajo una ideología similar, y esa ideología modela al individuo personal y socialmente; no hay conversiones sino adaptabilidad u oportunismo. Da igual que don Jesús se pinte de naranja, de morado o de colorines. Ahí está Morena, con afiliaciones que parecen tendedero de circo. Esta deserción es irrelevante frente a una reacción panista que proclama una posesión territorial por encima de la población. Ni siquiera la ideología panista es dominante entre los catarinenses… al menos no la actual dictadura del pragmatismo.

Hablando de pragmatismo, lo que sí está forzando esta renuncia es a reconsiderar las tácticas electorales. A diferencia de las palomas de mamá, en las campañas sólo se despliegan jaulas con cebo. Se captura, no se libera. Se vota a un partido por lealtad ciega o por servilismo remolón. Por lo pronto, respecto a don Jesús, esta paloma ya voló… lo que significa que la jaula albiazul no es tan segura como creían estos pajareros. No estaría de más que en los otros partidos empiecen a reparar las suyas, o a aprender a volar y a elegir hacerlo con la bandada o con la parvada.

PD: lo peor que le puede pasar a la administración de don Jesús es que lo que antes eran alabanzas desde el PAN por alguna acción municipal, ahora se conviertan en críticas feroces por la misma causa… Álgebra elemental: identidades similares, pero de diferente signo, se nulifican ambas.

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// Francisco Villarreal

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Autor: lostubos
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