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Por José Jaime Ruiz

@josejaimeruiz

Por José Jaime Ruiz

@ruizjosejaime

No por perro sino por santo cabrón. Uno de los mejores gobernadores de Nuevo León, desde la perspectiva de la derecha, fue Bernardo Reyes. No nació en Nuevo León sino en Jalisco, pero engendró al regiomontano universal, Alfonso Reyes. Cuando no elegimos la pendejez, los nuevoleoneses tenemos grandes autoritarios, como Bernardo o Alfonso Martínez Domínguez, o pocos humanistas, como Raúl Rangel Frías.

La regiadumbre carece de intelectuales, hay ínsulas extrañas, Artemio Benavides Hinojosa fue una de ellas. Yo joven, él maduro, mantuvimos una conversación distante, pero imperfectamente distinta, el humor se cuenta solo. Hacedor iconoclasta, Artemio hizo de la historia de Nuevo León, desnudez. Conversamos nada, nos maravillamos todo.

No sé si fundacional, tal vez fundamental, es su “Bernardo Reyes. Un liberal porfirista”. A mí que me inocularon la poesía y delirios de Fray Servando (ya escribiré de nuestros antecedentes “indígenas” y sus cantos estudiados por Gabriel Zaid), de Celedonio Junco de la Vega, de Porfirio Barba Jacob, de Ramiro Garza o de Jorge Cantú, no enternece ni merece pluma sacra para escribir del ejercicio del poder.

En la resaca de la historia local, destaco la insurrección sumisa de Bernardo Reyes en contra de Porfirio Díaz y su secretario particular. Insumiso y con razón, Bernardo Reyes no se dejaba (ya escribiré después de Catarino Garza, tan ponderado por el presidente Andrés Manuel López Obrador).

La fina firmeza de un gobernador ante un tirano como Porfirio Díaz se refleja en Bernardo Reyes quien, sin ser de nosotros, hizo todo por nosotros, entre otras cosas, darnos frontera con Estados Unidos (la bronca entre Santiago Vidaurri y Benito Juárez fue también territorial), impulsar la industria (Fundidora) e intentar un Nuevo León habitable.

La cómica propuesta de salirse del pacto fiscal ni siquiera es una pobre secuencia de Vidaurri y las grandes aduanas no serán de Nuevo León sino de Nuevo Laredo, el morenismo destruye al naranjismo. Volver a las políticas públicas de San Bernardo no es rezar por nubes violadas, es entender que el ejercicio del poder requiere, me jodo en la reiteración, poder.

“El 29 de mayo de 1891 algo provocó que Porfirio Díaz le mandara preguntar a Reyes –a través de Chousal y de forma confidencial– si la situación política de Nuevo León ‘le permitiría en un momento dado abandonar aquello por más o por menos tiempo, sin peligro de ninguna clase’. Prefería no ser tan explícito y le señaló que ‘no es prudente dejar todo a la pluma’. De inmediato, Reyes le informó que, a pesar de la inminencia de las elecciones, no habría tropiezos”.

Fajado y cabal, Bernardo Reyes se impuso a Porfirio Díaz. La responsabilidad es la autoridad. A Reyes no lo desbordó la frontera, eso debieran aprender los actuales.  Gobernadores bragados, no embriagados, la diferencia. Si alguien inventó Nuevo León fue Bernardo Reyes. Luis Carvajal y de la Cueva tuvo una visión, el cornúpeta (gracias, Alberto del Canto), Diego de Montemayor… prefiero no insultar.

La crisis hídrica nos convierte en ajenos cercanos. Padecer la sed es un verbo plural, múltiple. No hay un Jesús que convierta la sequía en vino (ni los Oxxo) ni pan para hambre. Nuestra condena es la incertidumbre, urdir el asedio de la sed. Gobernar Nuevo León, diferenciar, Bernardo Reyes, ¿quién? La historia registra gobernadores: go-ber-na-do-res. La minúscula mayúscula, San Bernardo.

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Autor: stafflostubos
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