Por Francisco Villarreal
En el viejo poema acadio Atrahasis, se dice que los dioses mayores, los dizque extraterrestres Annunaku, pusieron a los dioses menores, los Igigu, a hacer chambitas nada agradables. Los diosecillos cavaban fosos, drenaban pantanos, en fin, llevaban una vida muy poco divina. Los igigu se enojaron, con justa razón, y se rebelaron contra los annunaku. Como “perro no come perro”, al fin dioses, se pusieron de acuerdo y decidieron sacrificar a un dios menor, We, para con su carne, su sangre y un poco de lodo, crear esclavos para servir igual a annunakus que a igigus. ¡Puro pragmatismo político divino! Destriparon al pobre We y pusieron a la diosa Mammi (qué nombre tan obvio) a cocinar lo que sería el estofado básico de la humanidad. No entraré en detalles de la receta, porque es bastante asquerosa, pero al final se logró crear siete parejas humanas perfectas. ¡Qué bueno que nuestro occidentalismo trasnochado es básicamente cristiano! Si fuésemos un poco acadios, tendríamos el complicado antecedente de siete Evas y siete Adanes. Sería un suculento banquete para los “teóricos” de los astronautas extraterrestres, un quebradero de cabeza para los teólogos, y una pesadilla para nuestro gobernador García.
Entiendo perfectamente la inquina de don Adán Augusto López (de otros López) contra el joven gobernador García (de otros García). Debe haber miles de nuevoleoneses que la comparten. Pero esta vez creo que se ha excedido un poquitín, porque armó un “casus belli” entre Tabasco y Nuevo León. No sé en Tabasco, pero en la chamacada nuevo-nuevoleonesa el tradicional orgullo norteño ya es frivolidad, soberbia, intolerancia, antro, cheve y carnita asada. El Secretario de Gobernación, un interlocutor indispensable para la federación, se desbocó, literalmente. El responsable de la diplomacia interna en México, simple y llanamente ¡regó el tepache!
Yo no dudo de la inteligencia de los tabasqueños. Pero para censar el IQ en ese estado primero tendría que conocerlo y haberlo habitado durante mucho tiempo. Es verdad que existe la llamada “ley del menor esfuerzo”. Todos los seres humanos la aplicamos. No tiene qué ver tanto con la inteligencia sino con la astucia y con la reactividad instintiva, generalmente, se perfecciona con ensayos y errores. Ese no es un parámetro confiable. Sólo es la habilidad para crear rutinas. Mi agüela escarmentó alguna vez a un perro que robaba los huevos a las gallinas. Enchiló uno y se lo dio. El perro no volvió a robar huevos. Claro, eso no le mereció al perro un título universitario, ni una secretaría, ni una gubernatura, ni siquiera un doctorado “patito”. Tal vez sí hubiera merecido el derecho al voto; es probable que hubiese sido más responsable que muchos ingenuos nuevoleoneses en las pasadas elecciones.
No justifico el arrebato de don Adán. Pero hay que admitir que esta confrontación no es nueva. No hace mucho, el gobernador García, en su loca obsesión por desfederalizar el pacto fiscal (o el estado), no tuvo empacho en insultar y agarró parejo. Prácticamente llamó “güevones” a todos los estados del sur de México. Ni aquel dislate de Samuel, ni este de Adán, deben tener consecuencias sociales más allá de una guerra civil a punta de mentadas de madre. Consecuencias políticas… seguramente sí. Hay quienes afirman que los motivos de don Adán son un pacto incumplido por Samuel. ¡Pues qué delicado! En realidad, esas mentirijillas del gobernador de nuevo Nuevo León pueden ser desagradables, pero también valiosas para calibrar el peso específico del mandatario dentro de Movimiento Ciudadano, y del propio estado. No se equivoque don Adán, el joven gobernador es mitómano, pero para ser maquiavélico es bastante torpe. Si rompió un pacto es más probable que fuera por no poder cumplirlo y no porque no le permitieron hacerlo.
¿Indigna un pacto roto? ¡Válgame!, si el joven García ha acumulado muchos más pactos rotos con los nuevoleoneses. Su primer informe fue un catálogo de “todavía no pero ya merito” (vid., el Bronco y el Metro). La movilidad es un desmadre, pero “ya mero se resuelve”. La crisis de agua no terminó, se aplazó. La corrupción cambió de rostros… o de máscaras. En seguridad ya no se distingue si estamos en tiempos de Samuel o de Medina. Concedamos que tenemos la “mejor policía de México”; entonces, ¿por qué no es suficiente? Pareciera que los dioses caldeos se quedaron cortos. A despecho de los annunaku y los igigu, el inmaduro gobernador de Nuevo León, él solito, ha creado ya no siete adanes sino miles de cada vez más irritados adanes y evas respondonas, y todos habilísimos mentamadristas. Como se ve, y se seguirá viendo, ni el advenimiento de Elon Musk ni el viaje a Egipto son indicadores de cambios reales en lo que más importa para los ciudadanos: lo inmediato, lo urgente. Ese placeo intensivo interesa a “socialités” en las notas mal llamadas “sociales”, no a los ciudadanos. Frente a todo esto, las habladas entre Samuel y don Adán no son un pugilato sino los ensayos de una coreografía de quinceañera. ¡Menudo chambelán le tocó a Samuel!