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Por Francisco Tijerina Elguezabal

Cuando sale el gato, los ratones hacen fiesta. // Refrán popular

Si estando en la ciudad nuestros gobernantes no pueden controlar los excesos y arbitrariedades que cometen muchos servidores públicos, ¿qué pasa cuando abandonan la ciudad y a sus habitantes a su suerte?

El fin de semana pasado el alcalde de Monterrey, Luis Donaldo Colosio, se largó a Chicago –nadie sabe a qué, ni quién pagó, ni qué beneficios obtuvimos los regios– acompañado del próximo secretario del Ayuntamiento, su brother, compadre, socio, amigo y demás, Agustín Basave.

Y mientras los dos jóvenes políticos hacían no sabemos qué en “la ciudad de los vientos” (ah, sí, dijeron que habían tenido una reunión con regiomontanos que viven allá, y yo me pregunto, ¿cuándo los que vivimos aquí los podremos ver en vivo y a todo color?), resulta que sus muchachitos de Tránsito andaban montando retenes ilegales disfrazados de operativos antialcohol.

A eso de la 1:00 de la madrugada del domingo en avenida Revolución, unos cuantos metros después de Morones Prieto en la circulación de norte a sur, donde se ubica una curva, a varios agentes se les puso montar su retén en el que no había presencia de ambulancia, médicos, personal de Derechos Humanos y muy apenas unos tristes conos delimitaban carriles.

Es evidente la invalidez del operativo ya que al momento de llegar y luego de la clásica pregunta de “¿algo de alcohol?” venía la frase de “A ver, sópleme” y no existía en el lugar un dispositivo para medir la cantidad de alcohol de manera científica, o sea, nos regresamos 30 años y volvimos al simple sentido del olfato del agente para saber si andabas tomado o no.

Esto pasa porque el alcalde y los funcionarios responsables lo permiten, sucede porque existe una absoluta impunidad y cualquiera con dos milímetros de “piensamal” podría decir que la manga ancha de los funcionarios es porque también van en el ajo de las extorsiones y el dinero mal habido.

No me quiero imaginar que en ese indebido lugar para instalar un retén (por el riesgo que implica) de pronto llegase un tráiler de doble remolque o un conductor bajo los influjos del alcohol y se llevase de encuentro –como ya ha ocurrido en muchas ocasiones– a los agentes de tránsito. Porque en ese caso los tratarían como héroes y no como lo que eran, servidores públicos que lejos de velar por la seguridad de las personas, andaban buscando la manera de agenciarse un dinero mal habido.

Pero sígase yendo de viaje mi alcalde, que aquí nadie lo extraña y menos lo extrañará en las siguientes elecciones, ya lo verá.

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// Francisco Tijerina

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Autor: stafflostubos
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