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¿Y si intervenimos en USA?

Por José Francisco Villarreal

El 7 de marzo, mientras las mujeres hacían calistenia para realizar sus marchas por el Día Internacional de la Mujer, el senador del PAN por Representación Proporcional, Damián Zepeda Vidales, lució su patriotismo y sensatez asegurando que Estados Unidos tiene todo el derecho para proteger a sus ciudadanos dentro de México. Con vocación de magistrado, dictaminó que la culpa de esa amenaza la tiene, por supuesto, el gobierno mexicano. Sustenta su dictamen en que congresistas estadounidenses republicanos y demócratas lo creen. ¿Hay algo superior a ese argumento? ¡Sólo la Biblia y Mhoni vidente! El lúcido senador sonorense es miembro de las comisiones de Gobernación, Justicia, Puntos Constitucionales y Segunda de Estudios Legislativos. O sea, como dijera el papá de mi compadre: “Estamos jodidos todos ustedes, menos mi compadre también”.

Por supuesto, yo nunca me atrevería a llamarlo “cretino”, ¡Jamásmente! Sólo digamos que, temporalmente, ese día el senador tenía poco claras las nociones de nacionalidad y soberanía. Es posible que, como Apolonio de Tiana, se sienta ciudadano del mundo, del primer mundo, claro, y que le duele que emisarios de esa tierra de oportunidades que es Estados Unidos tengan que venir a México a sufrir las congojas del harapiento tercer mundo. Es curioso que personajes así no vean a México “per se” sino comparativamente. Siempre México es algo respecto a otro país, y como este régimen no es de su partido, la comparación siempre será en demérito de México. Supongo que para el señor Zepeda, los doce años de gobiernos panistas fueron la edad de oro de la democracia mexicana y de la pulcritud administrativa federal. Fuimos casi gringos y no lo sabíamos.

En un texto anterior, ya advertía sobre el uso político del incidente en Matamoros. Casualmente sincronizado con la resolución 18 de los congresistas gringos, donde autorizan la artillería pesada en México, dentro de México, en contra de cárteles de narcotraficantes y de quienes “desestabilicen” la región.

Zepeda no autoriza una invasión o intervención armada, sólo está de acuerdo con que cualquier gobierno defienda a sus ciudadanos como sea, y eso implicaría la entrada de tropas o cuerpos policiacos estadounidenses con un propósito específico: proteger a los compatriotas… séase compatriotas de ellos, no de nosotros. Bueno, nunca han pedido permiso para hacer incursiones armadas en México, y nos han “intervenido” desde tiempos coloniales. Se agradece que ahora recurran al aval de sus legisladores… y hasta de alguno de los nuestros. Sólo que esto que un senador mexicano ve como correcto, no puede verse de otra manera más que como un atentado a la soberanía nacional. Inquietante que lo diga un senador, considerando que el Senado de la República es específicamente responsable de la política internacional. Miedito, sí da. E incertidumbre, porque “¿En qué país estamos, Agripina?”, diría Rulfo.

Esta pequeña gran crisis de seguridad puede causar mucho daño, así quede en meras bravuconadas. Hasta podrían suspenderse las inversiones extranjeras en México. Los inversionistas deben estar con la duda de con quién deben negociar sus inversiones, si con el gobierno de México o con el de Estados Unidos. Hasta el peso podría devaluarse ante la incertidumbre de si en breve dejaría de ser de curso legal para ser reemplazado por un maltrecho dólar gringo. Ahora se trata sólo de bravatas. Siempre habrá la posibilidad de que se cumpla la amenaza. Ante un hecho consumado de esa naturaleza, la única respuesta posible de México no puede ser sólo diplomática. Habría rechazo de las naciones en el mundo, salvo de algunos países enlistados en la OEA y la OTAN. Claro, toda esta profecía apocalíptica es pura fiebre. Una intervención en México, desde Estados Unidos, sería una amenaza para todos los países del mundo y les obligaría a tomar acciones preventivas, no contra “desestabilizadores de la región” sino contra una desestabilización mundial en proceso.

Escribía hace poco sobre el uso político del incidente en Matamoros y de la resolución 18. Comprendo a los mexicanos que se alinean con un país extranjero que amaga con invadirnos (intervención es invasión), se nota que no tienen patria. Si lo hacen por deshacerse de este régimen, son ilusos si creen que podrían imponer el suyo. Un régimen así estaría subordinado al país “interventor”, nunca sería soberano ni libre. Pero cuando escuché las afirmaciones de Zepeda, confirmé que la oposición sigue teniendo grandes deficiencias al planear su estrategia. Para que los mexicanos consideren la posición de este senador sobre la resolución 18, tendrían que invertir mucho tiempo, mucha labia, mucha prensa, mucha información falsa o sesgada, y si algo le falta a la oposición es tiempo y labia, lo demás sí les sobra. Si por el contrario la oposición se hubiera pronunciado de inmediato en contra de la resolución 18 y con todo el peso de sus “contactos” en los medios, todos los mexicanos, güeros, morenos o pardos, se hubieran sumado sin pensarlo dos veces. Pero siguen siendo muy torpes estrategas. 

Ahora, ¿qué harán si Palacio Nacional y la Casa Blanca concretan un acuerdo sobre el tráfico de drogas y de armas? Quedarían con un palmo de narices y fuera del festejo. Aunque, después de todo, este asunto ya no se trata de cárteles de drogas, no es un tema de seguridad sino de comercio. Ellos compran droga a los narcos mexicanos, y los narcos mexicanos les compran armas a ellos, armas con las que amenazan o matan a ciudadanos mexicanos y de cualquier nacionalidad, no sólo gringos. ¿Nos permitirán “intervenir” con nuestras fuerzas de seguridad dentro Estados Unidos para capturar a sus vendedores de armas y a sus vendedores drogas? Porque los mexicanos también estamos muriendo, y en nuestro propio país. Es decir, revisando con cuidado la ruta de este comercio sangriento, el origen del problema está en Estados Unidos, no en México. 

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// José Francisco Villarreal

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Autor: stafflostubos
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