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Por Francisco Tijerina Elguezabal

El único deber que tenemos con la historia es rescribirla. // Oscar Wilde

Hace apenas unos días al pasar por el cruce de Zaragoza y Ocampo y ver las deplorables condiciones en que se encontraba el exterior del Círculo Mercantil Mutualista de Monterrey, no puede menos que sentir una enorme pena y vergüenza de una comunidad que no había puesto remedio a las pintas que mancharon sin piedad todas sus paredes.

Por eso ayer, cuando volví a pasar por el sitio, me dio gusto ver a una cuadrilla que ya se encontraba pintando y borrando todo el graffitti que las mujeres protestantes dejaron a principios de marzo.

Y que bueno que ya haya ocurrido porque la verdad esas pintas daban una pésima imagen en pleno primer cuadro regiomontano.

Lo malo, como de costumbre tiene que haber algo malo, es que para que las cosas ocurriesen nos enteramos que la propia institución tuvo que conseguir la pintura para el remozamiento y el apoyo gubernamental únicamente consistió en la mano de obra. La nota que leí ayer decía que lo mismo ocurrió con algunos de los negocios que resultaron afectados en la misma protesta.

Y podemos ser todo lo solidarios que usted quiera y reivindicar las causas de las mujeres, pero no es correcto, ni justo, que en sus protestas afecten a terceros que nada tienen qué ver con el motivo de sus quejas.

Conocí y fui miembro del Círculo en algún verano de mediados de los 70’s, cuando en compañía de compañeros y amigos nos inscribimos para poder ir a disfrutar de la alberca; pocos años después, ya en el terreno profesional, no fueron pocas las ocasiones en que me tocó acudir a sus instalaciones para cubrir algún partido de basquetbol o un torneo de carambola. Siempre, siempre, me impresionó su bella arquitectura y la calidad de las personas que ahí se daban cita.

Centenario, se fundó en 1901, el Círculo forjó a miles y miles de excelentes deportistas y fue un centro social para los amantes del billar, el dominó y hasta el boliche en cuyas pistas (dos) llegué a jugar muchas veces. Su cancha de basquetbol registró épicos encuentros y en su alberca se prepararon decenas de campeones que representaron orgullosos a Nuevo León.

En lo político y como anécdota, durante la campaña de Jorge Treviño a la gubernatura se hizo un spot en el que el entrañable Contador Público Francisco Díaz Puebla aparecía diciendo: “Yo conocí a Jorge Treviño en los baños de vapor del Círculo”.

Sus actividades sociales y culturales fueron por décadas punto referencial de la vida regiomontana; es imposible pensar en el Monterrey del Siglo XX sin referirse una o más veces a esta institución.

Aunque en los últimos años ha visto decaer su brillo y lustre, sobre todo por intereses mezquinos de grupos que luchan por el poder, es necesario que la comunidad se una para rescatar y volver a impulsar su noble labor formadora de deportistas, sobre todo de aquellos que menos tienen.

Por eso da coraje que el Estado y el Municipio se limiten a apoyar con la mano de obra cuando son los causantes, en buena medida, de las protestas (junto con la Federacíón) y que obliguen al viejo Círculo a conseguir la pintura para arreglar los desmanes.

Vistos los hechos, valdría la pena adquirir un seguro o bien realizar una gestión ante las empresas de pintura, para que cada vez que suceda, de inmediato se brinde el apoyo y se mantenga incólume este edificio lleno de tradición e historia.

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// Francisco Tijerina

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Autor: stafflostubos
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