Por Francisco Tijerina Elguezabal
La vida moderna nos ha hecho frágiles en extremo. En la actualidad no se puede concebir el estar tan sólo unas cuantas horas sin energía eléctrica, sin agua o sin internet.
El esfuerzo para dotar de servicios a una metrópoli debe ser enorme, no lo dudo, pero caray, así son las cosas y en buena medida son acordes al precio que los clientes pagamos por recibirlos, de manera que no hay pretexto ni excusa válida.
Uno entiende que hay desperfectos, fallos, accidentes, que trastocan la fluidez de los servicios y que representan situaciones de emergencia para las diversas empresas que nos brindan estas comodidades, pero también en función de la relación que nos une con ellas, exige que cuenten con una capacidad de respuesta inmediata y, sobre todo, que atiendan un elemento fundamental: su comunicación.
Porque si en tiempos “normales” es una hazaña el poder comunicarte a sus oficinas, cuando se presenta una contingencia es un reto imposible. Para empezar tienen un conmutador plagado de mensajes y opciones que cuando por fin logras descifrar te envían a un número que invariablemente está saturado y en el cual debes esperar escuchando o una musiquita aburrida u otro montón de historias que lo único que consiguen es elevar el nivel de enfado.
Y si te llegan a responder, luego de una larga espera, empiezan por corroborar tus datos para mantener limpia su base de datos y saber dónde agarrarte, antes de darte un servicio; después te piden hacer mil pruebas o darles ene mil datos y al final te dan un número de reporte, pero casi nunca son capaces de decirte qué es lo que ocurre y mucho menos el tiempo estimado para restablecer el servicio.
Sin embargo hay unos héroes a los que poco se les reconoce, los empleados de tierra, los que realmente dan la cara y aguantan los reclamos, los que acuden al llamado y muchas veces llegan sin los implementos, piezas o refacciones necesarias y tienen que enfrentar a los iracundos vecinos y además hacer la tarea.
Para ellos mi reconocimiento, porque los he visto operar en medio de la noche y una tormenta, porque he sido testigo de cómo se parten el alma a pesar de que en sus empresas no les dan en ocasiones ni las herramientas ni las piezas necesarias y sin embargo con su creatividad y talento se inventan un remiendo y logran que las cosas vuelvan a la normalidad.
Los encuentra en la CFE, en Agua y Drenaje, en Teléfonos o cualquier compañía de cable, son trabajadores iguales a cualquiera, pero que tienen bien puesta la camiseta y que saben que su labor es crucial en la vida de muchas personas.
A todos ellos: ¡Gracias!