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Las elecciones y la República de Uzupis

Por José Francisco Villarreal

En la familia el único caso incuestionable de ascendencia étnica europea es el de Medea, una adorable pastora alemana. Yo, al fin mestizo, nunca entendí del todo qué es tener “doble nacionalidad”. Alguien, alguna vez, me preguntó por qué no buscaba la nacionalidad adicional española o portuguesa. Esto porque ambos países estaban concediendo la ciudadanía a quienes tuvieran ascendencia sefardita. Mi amigo me vio cara de rabino, o fariseo, ya que los apellidos no son pruebas fehacientes en la fronda heráldica. Tengo entendido que algún expresidente mexicano ya hizo uso de esa concesión; quiero suponer que ya no come carnitas de puerco y que cada viernes, al caer el sol, se dedica al descanso físico y al ejercicio espiritual. A mí todo eso me parece un chiste. La “nacionalidad” es una elección política. La identidad no se concede, se asume, y nunca del todo. Ya me imagino a este viejo reinero penando en Valencia, por ejemplo, por unos cuajitos jimenenses, unos chilitos piquines machacados con ajo, sal y orégano, un puñado de maguacatas tostadas, o una buena dotación de granjenos o de anacuas “pasaditas”, que son las más dulces. El cambio de bandera no garantiza nada. “Quod natura non dat, Salmantica non praestat”.

Así que me reí de la sugerencia de mi amigo. Al menos hasta hace poco que asumí libremente la nacionalidad uzupiense, que ni me hace revocar la que ya tenía, ni me obliga a nada más que cumplir con su Constitución. Precisamente fue el Artículo III de la Constitución de Uzupis, el que me empezó a interesar: “Todos tienen derecho a morir, pero no están obligados a hacerlo”. Y reforzó mi convicción el Artículo XXXII: “Todos son responsables de su libertad”. Reglas simples, razonablemente compatibles con la idea que la gente tiene de las leyes en cualquier parte del mundo. Aclarando que esa idea no suele ser compatible con las leyes, sino más bien una añoranza por la libertad y una esperanza por la paz. Lo mejor de todo es que para ser uzupiense, ni siquiera tengo que vivir ahí, ni hablar lituano o polaco. Además, ¿Cómo no amar una utopía en la que el primer monumento nacional fue un huevo? Y si a eso se agrega que la unidad monetaria, el Eurouzas, tiene una tasa de cambio muy estable: un eurouzas equivale a una pinta de cerveza, pues…

La libertad y la paz… Supongo que son buenas razones para buscar una nueva nacionalidad, o una adicional. Otra razón es la economía, porque supongo que siempre ayuda reubicar el fervor patrio en una nación que reditúe más a la cuenta bancaria. Es el caso de los jugadores de futbol. Y algo hay de eso también en el mercado de fichajes políticos, donde el cambio de partido también es redituable. Aquí no se cambia de nación sino de proyecto de nación. Aunque las coaliciones y alianzas han demostrado que sólo hay dos proyectos de nación en el ánimo de los políticos. El elector siempre vota por melón o por sandía. Jugosos ambos proyectos, aunque a los ciudadanos siempre nos toca la pura cáscara.

Las recientes elecciones en Coahuila y Edomex, me han dado otra perspectiva de lo que representan las elecciones. Creo que los electores votan individualmente por su libertad, su paz y su conveniencia. Pero no es que quieran cambiar de nacionalidad, sino que en cada elección, de cualquier nivel, tratan de cambiar su identidad política para conservar su identidad social. Todos los partidos, hasta los retrógrados más contumaces, ofrecen cambios durante las campañas. Eso es lo que se vota, que no es necesariamente lo que se consigue, porque un candidato no está obligado a cumplir sus promesas… ¡ni con notario! En estas elecciones creo que el abstencionismo ha sido alto, como siempre. Los electores que votaron por un cambio en Edomex fueron muy valientes, porque nada les asegura que doña Delfina vaya a garantizarles ese cambio. Los que votaron en Coahuila fueron más cautelosos. No podían apostar a un cambio votando por la coalición morena, contradictoria, confusa, inconstante y dividida. Mantener la hegemonía priista era más seguro, por lo menos ya saben a qué atenerse. No creo que Morena y su cohorte de aliados no entendieran algo tan básico, ni el que su candidato podría prometer cualquier cosa, pero su imagen es anacrónica, y eso no “vende”. Los norteños tenemos otras expectativas. Además, con el PRI en crisis y el 2024 tan cerca, la responsabilidad de Manolo es muy grande, y sus electores lo saben muy bien. Admitámoslo, aunque arrastre algunos “pecadillos” veniales no asumidos en su currículum, ha tenido vínculos sólidos con otros partidos y, cierta o falsa, proyecta una imagen joven, moderna y positiva.

Sé que los teóricos de las conspiraciones aseguran que el triunfo en Coahuila fue un “compló” entre el PRI y Morena. Son torpes al olvidar la geopolítica. La apuesta es simple: menos de 2,5 millones de electores en Coahuila contra poco más de 12 y medio millones en Edomex. No creo que los morenos confíen tanto en los priistas, ni que los priistas estén en condiciones de negociar. Un ajedrecista no dudaría en sacrificar un par de peones. Además, se calibró muy bien que el embrujo de chamanes olmecas, mayas y chontales que magnetiza mágicamente el nombre de don Andrés, no funciona del todo en nuestras incivilizadas tierras chichimecas. Pesa, pero no impone.

Un conocido lamentaba que la abulia y el abstencionismo hayan dado el triunfo a doña Delfina. Yo no aventuraría una afirmación tan torpe. El voto masivo del padrón de Edomex no es patrimonio seguro de la oposición ni del oficialismo. En su lugar, yo celebraría ese abstencionismo porque no exhibió aún más las harapientas enaguas de esa casquivana alianza opositora. Una oposición que nos ha dejado a todos los mexicanos huérfanos de una oposición decente. La magnánima 4T, que sigue dejando suelto a un numeroso hatajo de corruptos, ni tiene qué esforzarse en exhibir la torpe estrategia opositora. A ver si los morenos aprenden en cabeza ajena, porque estas elecciones han demostrado que la selección de un candidato por encuesta interna es un albur. Tan solo el proceso mismo de la elección interna, en estas circunstancias tan políticamente radicalizadas, ya implica divisionismos y fracturas. Coahuila ha sido un experimento muy ilustrativo. Los morenos no deberían preocuparse por el candidato que finjan elegir los adláteres de Claudio X. Los morenos deben preocuparse por su propia selección, que corre el riesgo de  significar la derrota de su movimiento, su Babel ideológica.

Como mexicano, estoy resignado a la sarta de majaderías, derrotismos, triunfalismos y especulaciones que se desatarán por estas elecciones. Como ciudadano uzupiense, ¡me vale! Es mejor estar más atentos a dos instituciones: el INE y el Trife. Hasta ahora estas sólo son escaramuzas, la batalla verdadera será en 2024. Veremos si por fin van a asumir su papel de árbitro y no de actor político, como era la costumbre. El INE, y sobre todo el Trife, tendrán que pasar una prueba extrema que demostrará si en verdad defienden el voto o siguen siendo instrumentos partidistas. En Coahuila y Edomex, los resultados eran previsibles. Hay mucho jaleo con el tema, pero a nadie sorprendió. Insisto: quien debe estar bajo la lupa ciudadana es nuestro sistema electoral. No vale distraernos con los exabruptos de los líderes de la oposición, es el proceso institucional de estas elecciones lo que debe interesarnos. La ineptitud de estos liderazgos, ha sido demostrada muchas veces en sus dichos y en los delirios de sus voceros legislativos y mediáticos. He aquí la diferencia con la sensatez de las leyes de Uzupis. Allá, en mi otra patria, el Artículo XXXV lo dice con bastante claridad: “Nadie tiene derecho a echarle la culpa a otro”. ¡Aprendan! También de las leyes que consagran el derecho a equivocarse y a ser insignificantes. Eso sí: los uzupienses no cometeríamos el error de fundar una coalición “Va X Uzupis”, básicamente porque los fondos para una campaña no podrían ser ni en dólares ni en pesos sino en eurouzas, que, como dije antes, valen por pintas de cerveza. Hasta un uzupiense ciego identificaría a mapaches, acarreados y vendedores de votos. Además, tendrían que instalarse mingitorios junto a las urnas. Y como los votos se cuentan por papeletas no por litros, sería muy inconveniente.

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// José Francisco Villarreal

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Autor: lostubos
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