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Por Félix Cortés Camarillo

Hace unos treinta años, Zabludovsky le hizo una entrevista al presidente del Perú, Alberto Fujimori, cuando estaba en la cima de su poder. A petición del descendiente de inmigrantes japoneses, la entrevista se hizo caminando por las calles de Lima, desde luego de los barrios más humildes, escogidas por Fujimori para el recorrido por haber sido beneficiarios de la política populista al estilo de primero los pobres, que había estado ejerciendo.

Desde luego, y con la ayuda obvia de los empleados de la casa presidencial, la pareja y sus cámaras fueron recibidos con aplausos. Especialmente para “el Chino”, que era el apodo que los peruanos le habían puesto desde mucho antes a su presidente. Fuése provocada, patrocinada o auténtica, no hay duda de la popularidad que llegó a tener Fujimori fue grande; hay muchos populismos documentados en la historia que provocan movimientos masivos. 

Tan es indudable que esta semana los seguidores del Chino celebraron en manifestaciones la salida de prisión de su líder, encarcelado desde 2009 y condenado a 25 años de cárcel por homicidio, lesiones, secuestro agravado por trato cruel, entre otras cosas, y particularmente por las incursiones de su grupo militar especial llamado Colina en 1991y 1992  en Barrios Altos y La Cantuta, en las cuales murieron 25 personas.

Pero el desempeño de Fujimori tuvo otras inflexiones espectaculares. En 1990 derrotó a Mario Vargas Llosa en las elecciones presidenciales. Combatió dura pero efectivamente al grupo guerrillero Sendero Luminoso y lo venció. Se apoyó en Vladimiro Montesinos, su jefe de inteligencia, represión y corrupción; junto con éste se le asoció íntimamente con la escandalosa conductora de televisión Laura Brozo antes de que ella se convirtiera en producto de exportación más buscado que el pisco sour. En el 92 capturó al jefe rebelde Abimael Guzmán y cinco años después supo resolver la invasión de la embajada de Japón en Lima por disidentes. Todo iba en su favor.

Luego vino la debacle, juicio, condena y el tira-tira entre los dos grupos antagónicos, por mantenerlo preso o dejarlo en libertad; en ese proceso su hija Keiko, también candidata presidencial, fue protagonista. En 2017 el presidente Pedro Pablo Kuczynski le indultó y Fujimori salió brevemente de prisión para volver ante las presiones, especialmente internacionales por los derechos humanos. Finalmente, seis años después, un jurado constitucional dictaminó que el indulto era legal y efectivo a pesar de la oposición de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. La actual presidente de Perú, Dina Boularte, no quiso intervenir en esta última etapa de la vida del Chino. Sí, efectivamente, es la presidente con la que Andrés Manuel no quería encontrarse en la reunión del Pacífico de San Francisco hace unas semanas. Lopitos fue a la junta a “consejo” de Biden y aparece en la foto oficial de mandatarios a unos pasos de la señora Boularte.

Octogenario, que no es delito serlo, demacrado y con las huellas que la cárcel deja a los que fueron todopoderosos, Fujimori salió el miércoles de la prisión para irse a la casa de su hija Keiko. Ya la historia le ha condenado. Que descanse en paz.

PARA LA MAÑANERA (Porque no me dejan entrar sin tapabocas): El fracaso innegable de la política educativa mexicana que ha emergido al conocer los tristes resultados de la prueba PRISA no se puede atribuir solamente a la política del Cuatrote. Pero de que Lopitos no ha hecho nada en sus cinco años de gobierno por corregir un curso equivocado, eso es de sobra conocido. La puntilla lo vienen siendo los libros de texto gratuitos usados como propaganda política hacia los niños.

‎felixcortescama@gmail.com

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// Félix Cortés Camarillo

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Autor: stafflostubos
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