Por Félix Cortés Camarillo
Desde la antigua Grecia hasta la Segunda Guerra Mundial, las guerras fueron movidas por la avidez de conquistar territorios, modificar fronteras. A partir de 1945 comenzó la llamada Guerra Fría, llamada así por el afán de imponer ideologías o fanatismos religiosos, así fuere en Vietnam, el Medio oriente o el centro de Europa.
La gran guerra que nos espera en el futuro será por el agua: sigue habiendo la misma cantidad de litros mientras el número de gargantas sedientas sigue creciendo. Si a ello sumamos que los estómagos hambrientos también se multiplican, la cosa se pone peor.
La guerra que ya está sucediendo es impelida por la migración desesperada: es motivada por una combinación de hambre y violencia y necesidad de nuevas fronteras. Y no hay buenas noticias para nuestro país en este panorama, que en este año contiene el cambio de mando en las presidencias de los Estados Unidos y México. Por lo que respecta a nuestro país, no importa quién sea la próxima presidente de México: entre los muchos problemas sin solución que heredará del señor de Macuspana, como el enorme endeudamiento que dejará por la combinación de los programas asistenciales y las obras faraónicas fuera de todo control, se encuentra la difícil relación con los Estados Unidos por el tráfico de migrantes de todos colores por nuestro territorio rumbo al de ellos.
La oposición demócrata no tiene ni personal ni programa para oponérsele. Al grado de que el presidente Biden ha lanzado el viernes un llamado angustioso de tregua con los republicanos que dominan el Congreso, comprometiéndose a “cerrar la frontera” con México si los senadores le aprueban un acuerdo bipartidista que actualmente se discute ahí.
No es muy claro cómo debemos entender el término de “cerrar la frontera”, en una época en que globalización y el tráfico de mercancías parece prioritario e incluso indispensable. No es posible imaginar en nuestro tiempo una réplica gigante del Muro de Berlín con su fiera vigilancia militar. Estoy seguro de que se trata de retórica de tiempos de campaña que debe traducirse en una más inmensa vigilancia fronteriza contra los cruces de indocumentados; así lo define el propio Biden en su documento del viernes: “la más severa y firme serie de reformas para dar seguridad a las fronteras que jamás hemos tenido en nuestro país”.
El acuerdo bipartidista que propone el presidente le libera millones de dólares para apoyar a Ucrania en su resistencia a la invasión rusa, dándole además al presidente plenos poderes para cerrar la frontera. Biden se compromete a hacerlo el mismo día que firme como ley lo que el Congreso le apruebe. El líder republicano de la minoría del Senado, Mitch McConelly dijo que la postura de Donald Trump pone a los republicanos en un dilema. El sábado Trump afirmaba “un mal arreglo fronterizo es peor que no tener ninguno”. Por descontado se da, que si el acuerdo pasa en el Senado no lo hará en la cámara de representantes.
En cualquier caso, no es música para los oídos mexicanos. Hay que prepararse para esta guerra que, aunque no lo parezca, también deja muertos.
PARA LA MAÑANERA (Porque no me dejan entrar sin tapabocas): La condena internacional a la muerte de civiles en la franja de Gaza por parte de Israel sigue creciendo: igualmente lo hace la tozudez de Netanyaju de no ceder en su afán de liquidación de lo que queda de Palestina.
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