Por Félix Cortés Camarillo
Un fantasma recorre Europa;
es el fantasma del comunismo.
Karl Marx, Federico Engels,
Primera línea del
Manifiesto del partido comunista,
21 de febrero de 1848
Con todo respeto, a mí que firmo estas letras y respondo por cada una de ellas, que el presidente López no me venga a dar clases de comunismo, porque en una mesa de billar yo le doy el quince y las malas. Usted que iba al Lontananza -o cualquier otro antro similar- me entiende.
Desde la primera noticia que tuve de la firma de la carta de Madrid en México, entre un par de senadores del PAN y el señor Abascal del extremista de derechas partido VOX español, me surgió el tufillo de la mentira armada. El gobierno del presidente López necesitaba una etiqueta más para sus opositores. Lo de neoliberales, corruptos, chayoteros ya se le agotó. Ahora le sirve la muy desprestigiada de comunistas. Hay un par de imbéciles que le tildan así a López.
Andrés Manuel López Obrador está más lejos de la ideología comunista que yo del papado. En más de una ocasión los torpes opositores han querido asociarlo con la postura comunista. Eso es una simple babosada, El presidente López es un priísta reciclado en su pensamiento y en su acción. Pero el discurso anticomunista, que ahora la mañanera ha retomado, debe ser considerado. Aunque sea simplemente para desprestigiar a los sucesores de Scherer Ibarra, el presidente López desentierra el fantasma del siglo XIX para hacer boxeo de sombra.
Vamos a ver. El pensamiento de la izquierda radical tiene tres etapas. La primera, que ya históricamente se demostró como utopía aplicada, era destruir al capitalismo.
La segunda era, un vez tomado el poder, establecer la sociedad socialista. Esa estuvo en vigor, más o menos con eficiencia, en la parte de Europa que le tocó a la Unión Soviética en el tratado de Yalta. Su enunciado esencial era «de cada quién según su capacidad; a cada quién según su trabajo» Eso era una reminiscencia capitalista, de algún modo.
«De cada quien según su capacidad, a cada quién según su necesidad», fue el lema inalcanzado de la sociedad comunista, que a mí me sigue seduciendo.
Regresando al planeta tierra, no es ese objetivo el que tiene el presidente López en la mira. Ciertamente no es comunista, como no lo fueron Fidel Castro, Chávez, Maduro y otros pilluelos disfrazados de populistas. Su obsesiva pieza a conquistar es el poder: hoy y mañana si se puede.
O si los dejamos.
PARA LA MAÑANERA (porque no me dejan entrar sin tapaboca): con todo respeto, señor presidente y señora gobernadora de la capital, a la glorieta Colón le seguiremos los mexicanos llamando así, aunque usted ponga en su centro una estatua de su respetable señora madre, de la muy venerada Coyolxautqui o de la hermosa cabeza olmeca.
El pueblo noble tiene memoria.
No se le olvide.
felixcortescama@gmail.com