Por José Jaime Ruiz
@ruizjosejaime
La duplicidad es el sustantivo inicial del gobierno de Samuel Alejandro García Sepúlveda. Mariana Rodríguez duplica a Samuel Alejandro y Samuel Alejandro duplica a Mariana… y de ahí pa’l rial. Se duplican las funciones de Turismo, de Cultura, del DIF, de… Ahora existe una duplicidad del escudo de Nuevo León y quien protestó hacer cumplir las leyes del estado se sigue brincando las trancas, las leyes, normas y reglamentos.
Ya va tarde Samuel Alejandro en convertirse en estadista. Lo primero es ocuparse más por el Logos que por el Logo. Su variante del escudo de Nuevo León está muy pinche, este minimalismo no es estética, es pobreza visual: no comunica. El león de Peugeot es un león agresivo, los Leones de Detroit atacan, el leoncito del gobernador constitucional se pretende el rey león, como en la peli, pero aquí sin garras y con una altanera cola que le pisen. A mí sólo me interesan el león de Nemea y el león de Natuba. A veces León Tolstói o León Trotski.
La semiótica del león, más allá de lo plano, de la carencia de perspectiva, del entusiasmo millennial de Samuel Alejandro, puede deconstruirse. Violador de leyes, normas y reglamentos, el gobernador entiende el ejercicio de poder como política de conflicto, no de composición (¿hay algo más terrible desde la misoginia que apodar a sus funcionarias como “las chicas superpoderosas”?). Si el bono democrático le sirve para chantajear desde redes, se equivoca. Ahí la vieja política se impone a la nueva política.
Samuel Alejandro sigue soñando, pero habitamos una pesadilla. Convertir la forma en fondo, es otro error. Puede imponer su marca, eso es irrelevante para los ciudadanos que necesitan vivir desde la certeza de salud, educación, seguridad. Si los sueños no están cargados de futuro, se desvanecen. La administración de Samuel Alejandro carece de fitness, su propuesta es obesa. Su marca, derrotada por sí misma.
Ni ética ni estética, presunción. La carencia gnoseológica no es culpa de Samuel Alejandro. Hijo de una educación bancaria (Paulo Freire), no da para más. La heráldica conservadora (ni moderna ni posmoderna ni líquida), por mensaje y por mínima, no minimalista, lo derrota. Los escudos desnudan. Samuel Alejandro, en imagen, puede seguir, proseguir, con su triunfalismo plano, banal. Una imagen no construye hechos, gobernanza, política. Samuel Alejandro puede destruir cualquier heráldica, la memecracia da para eso y más. Por cierto, ¿cuánto costó el chistecito?