Por Erika González Ehrlich
La conciencia colectiva comenzó a despertar en México seriamente durante el gobierno de Peña Nieto. La depravación orgiástica del sexenio de Calderón, llevada al extremo en el saqueo perpetrado durante el siguiente periodo, cayó como balde de agua fría sobre las mentes confundidas de los ciudadanos, con los casos de Ayotzinapa y la Casa Blanca de la “Gaviota” que nos cambiaron y nos sacudieron hasta sentir asco.
Decidimos adherirnos a un proyecto encabezado por un líder con programa, principios y objetivos claros, expresados en el libro La Salida que Andrés Manuel López Obrador publicó en 2017, para iniciar una transformación profunda de la vida pública del país.
La 4ª transformación de México se está llevando a cabo casi por nota, a partir de los lineamientos establecidos en esa hoja de ruta, con las salvedades emergentes que impone una realidad cambiante, como sucedió con la pandemia. Sin embargo y a pesar de esta complicada prueba que tuvo que superar, el proyecto avanza a gran velocidad en la dirección esperada desde el principio.
Las resistencias feroces que ha enfrentado este avance, representadas por el Lawfare de los amparos, el calentamiento de las calles volviendo violentas las marchas, la continua difusión de noticias falsas y mentiras en los medios hegemónicos, nos han mantenido ocupados, pendientes de la verdad para difundirla y defenderla.
Las redes sociales, los medios independientes y, sobre todo, las conferencias diarias del presidente, nos dan la oportunidad única de conocer la verdad y conservar la convicción del camino que queremos seguir, pero sobre todo de la ruta hacia la que ya no vamos a permitir que nos arrastren los parásitos que abusaron de nosotros durante siglos. En realidad lo que tenemos muy claro es lo que no queremos volver a pasar y hacia dónde vamos en el mediano plazo hasta el final de este gobierno.
El plan tiene metas muy claras y sus objetivos de largo plazo están definidos por sus principios, como “buscar el bienestar de todos”, “por el bien de todos, primero los pobres”, “no mentir, no robar, no traicionar al pueblo”, “la salud, la educación, la seguridad y el bienestar, son derechos no privilegios”, “la paz es producto de la justicia”, “la corrupción es el común denominador de todos los problemas y hay que desterrarla”, “nada por la fuerza, todo por la razón y el derecho”, “la migración forzada se resuelve atendiendo las causas”, “el pueblo es el soberano, el pueblo pone y el pueblo quita” y varios otros que nos marcan el rumbo más allá del 2024.
Hasta hoy la discusión pública se ha centrado en los temas coyunturales que permiten los cambios iniciales del país y el establecimiento de instrumentos que nos permitan, como sociedad, continuar por el camino del proyecto una vez que termine este gobierno.
Sin embargo, es necesario que además de continuar en la defensa permanente de la verdad, en el combate a la corrupción y a la simulación que la encubre, la ciudadanía comience ya a tomarse el tiempo para poner sobre la mesa del debate público los objetivos que vamos a perseguir a más largo plazo.
Es fundamental que nos comencemos a preguntar dónde termina la 4ª transformación, si es que termina en algún punto y qué sigue después de éste. La conciencia colectiva ha iniciado su despertar, pero la ciudadanía tiene que empezar a madurar como dueña de su propio destino, una vez que el líder al que hemos seguido para establecer el rumbo inicial ya no esté ahí para guiar el proceso. No solamente es importante saber hacia dónde no queremos ir, ahora es importante tener claro hacia dónde exactamente nos debemos dirigir cuando el tiempo nos corte el cordón umbilical. Esto es también parte de la transformación hacia la que iremos juntos. Juntos hemos hecho historia y juntos construiremos el futuro.
Como dijo el escritor francés Henri Louis Bergson: “Para un ser consciente, el existir consiste en cambiar, en madurar, en crearse indefinidamente a sí mismo”.