Por Francisco Tijerina Elguezabal
“El que es elegido príncipe con el favor popular debe conservar al pueblo como amigo.” // Nicolás Maquiavelo
Samuel García llegó al cargo de gobernador de Nuevo León gracias a una arrasadora votación impulsada desde el ámbito de la popularidad en las redes sociales.
El político, aclamado en sus redes sociales y seguido junto con su esposa por cientos de miles de personas, estaba acostumbrado a que le festejaran cuanta publicación hacía, acumulando “likes”, “shares” y comentarios, pero ya en el gobierno todo cambió.
Las críticas y cuestionamientos pasaron de ser unos cuantos al inicio a multiplicarse conforme fueron pasando los días, semanas y meses y el apoyo de sus seguidores fue también en descenso de manera proporcional, la percepción de su imagen va a la baja y su aceptación en las encuestas pronto reflejará el fenómeno que es ya todo un hecho.
Diese la impresión de que muchas de las decisiones que Samuel toma, lejos de hacerse congraciar con la ciudadanía, terminan por convertirse en un mazo que golpea directamente a su imagen.
El gobernador de Nuevo León está atrapado en la espiral descendente y no encuentra la manera de salir. Baste la declaración de este jueves para darse una idea de cómo está el ánimo del gobernante: “el Gobierno es un monstruo que permanentemente desvela y se hunde en un problema tras otro”.
Los problemas ya estaban ahí y el entonces candidato dijo que tenía las soluciones. Más que los problemas en si mismos, las fallas de Samuel García han estado en la comunicación y más específicamente en “su” comunicación.
Deciden reactivar toda la economía y abrir negocios y escuelas al cien por ciento, pero no se detienen a pensar en que en plena pandemia ya existían severos problemas de transporte urbano, por lo que al incrementar el pasaje las quejas obviamente crecerían en cantidad y calidad; la respuesta es que todo se resolverá, pero hasta el mes de octubre, cuando cumplan un año en su gestión.
Desde antes de anunciar la Línea 5 del Metro hacia el sur, la negativa de los vecinos por la construcción de un Metro elevado era públicamente conocida; aferrarse a echarlo adelante con sólo el argumento de que así es más barato no resuelve y mucho menos azuzar el fuego con declaraciones poniendo en pugna a ricos y pobres.
En plena sequía dijeron que no había problema de abasto de agua y tuvieron que desdecirse porque la crisis los alcanzó. De aquel diputado que ganaba adeptos por oponerse al proyecto “Monterrey VI” pasó a ser el gobernante que lo quiere impulsar y, para colmo, en medio de todo esto, ¿era necesario anunciar un incremento en las tarifas con el pretexto de buscar un ahorro en el consumo?
Otro ejemplo más es que sin tener un problema encima, pretenden establecer mecanismos para evitar problemas en los estadios de futbol y una de las teorías que plantean es la idea de dejar de vender cerveza en dichos recintos, ¿así quiere ser más popular?
Mujeres que protestan vandalizan el Palacio de Gobierno, causan destrozos en comercios, edificios y estatuas y la primera reacción de Samuel es decir que él pagará de su bolsa los daños y que él también ordenó a los policías no cometer abusos contra las protestantes, pero una cosa son los abusos y otra, muy distinta, es el permitir hechos delictivos; las fuerzas del orden tienen protocolos para controlar a personas con un uso moderado y racional de la fuerza.
A Samuel le falla irremediablemente la comunicación, empezando por él, convirtiendo al candidato popular en el gobernante impopular.
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