Por Francisco Tijerina Elguezabal
“El éxito es fácil de obtener. Lo difícil es merecerlo.” Albert Camus
Los tiempos cambian y si antes lo más difícil era ganar las elecciones, hoy basta con ser simpático, popular, formar una línea discursiva acorde a lo que quiere la gente y estar jorobando mañana, tarde y noche en las redes sociales, con eso amarras buena parte del triunfo electoral, en casi todos los casos.
Lo difícil es gobernar, pero eso no es novedad, siempre lo ha sido, lo que pasa es que los políticos antes se preparaban de verdad y conocían a la perfección los problemas que tendrían que enfrentar una vez llegando al cargo y por ello planeaban soluciones y estrategias, a fin de poder cumplir los compromisos hechos en las campañas.
Hoy no es así. Desde la comodidad del Instagram, el Twitter, el Tik-Tok o el Face, los candidatos “sácalepunta” prometen resolver hasta el asesinato de Kennedy y bajar impuestos y precios, tapar baches y brindar mayor seguridad, aunque en realidad no tengan ni remota idea de cómo funcionan las cosas y de si en realidad pueden resolver una división de tres cifras.
¡Ah, pero no hay de qué preocuparse, porque también para eso tienen solución! Y es que resulta que en un “ejercicio de honestidad”, ahora les ha dado a los flamantes gobernantes el sincerarse con el pueblo y decir que gobernar es harto complicado, que luchar contra las inercias es difícil y obvio, refugiarse en la ya muy gastada frase de “nos dejaron un mugrero”.
Lo cierto es que desde la perspectiva del candidato todo parece fácil y sencillo, pero cuando llegas a la silla te das cuenta de que no era tan simple como creías y vas comprendiendo los motivos que originaron que tus antecesores no pudiesen resolver esos y muchos otros problemas.
Hay que reconocer que “los de antes” eran un poco menos espectaculares y vistosos en sus campañas, pero en términos reales le entendían más a su oficio y eran mil veces más comprometidos con el encargo recibido, porque se dedicaban más a trabajar que a andarse justificando del por qué no pueden arreglar ni un café.
