Por José Jaime Ruiz
Al sororo rugir del cañón. En este mundo imposible la única revolución posible es la feminista. En la centralidad de la periferia las mujeres son visibles, desde la sangre, desde sus muertes. La resistencia es activismo. Por eso las próximas marchas seguirán cambiando la percepción política y mediática de nuestras muertas. Si el verbo político y mediático se declina en revictimizar, los verbos feministas son transgredir, provocar, sacudir.
Los feminicidos en Nuevo León son suicidios o accidentes. Suceden por deficiencias en la salud mental o por la rebeldía de las jóvenes y estas, terriblemente, son las líneas de investigación a priori. Desde la autoridad desautorizada otra vez revictimizar. La Revolución Morra, por tanto, es urgente, inaplazable. Visibilizar ayuda, pero es poco: las líneas de acción patriarcales tienen que reventarse. Discutir la revictimización es un gran paso, faltan otros, muchos más.
En una sociedad monetizada, el lucro predomina: lucrar con las muertas, acceder a la ganancia por encima de la veracidad. No existe deontología que valga, escrúpulo que resista. Desde hace mucho tiempo la muerte dejó de ser muerte, ahora es espectáculo.
Retomando una frase de Carles Porta, parafraseo: “El periodismo se ha convertido en un espectáculo y dentro del show no hay nada mejor que una muerta”.
Es insólito que una mujer asesine a una mujer. Los feminicidios son patriarcales. Vejar es masculino. En las guerras, quienes triunfan no se cogen a los hombres, se cogen a las mujeres, como los caciques, “derecho” de pernada (“droit de cuissage”). Al ser objeto, la mujer se convierte en sujeto político. Quien no entienda que lea en otro lado: el derecho de la mujer a ejercer su cuerpo es un derecho político. Usurparlo es un crimen de lesa humanidad.
La discusión feminista en Chile, España o Argentina es diferente. Se tendrían que trazar transversalidades para asumir un compromiso común. La barbarie mexicana es una singularidad, una anomalía estúpida: a las mujeres las asesinan… por ser mujeres. Porque la impunidad permite asesinarlas. El verdugo, el victimario, suele ser invisible y, en innúmeras ocasiones, los jueces los absuelven: “ella se lo buscó”.
Los poderes representativos de la sociedad mexicana poco han entendido la lucha feminista por ser agredidas y muertas. En el pésimo discurso de la 4T interesa más que no dañen “monumentos”, aunque “dañen” y mueran mujeres. El discurso de la prioridad los delata. La 4T ni es solidaria ni es sorora con las mujeres. También hay que destruir la solidaridad de la derecha con la lucha feminista, aprovechándose del momento, acusan a la 4T de no resolver los feminicidios, bienvenidos, y sin embargo, ¿cuál es su posición sobre el derecho a la mujer sobre su cuerpo? ¿El aborto? ¿Estar en casa no es amor, es trabajo?
En el cadáver exquisito de la inmanencia, lo inminente siempre se retrasa. Nuestra mirada asistirá a los actos de Revolución Morra. El patriarca Bolívar nos quiso juntos. Habrá que sustituir sus pobres ideales. La sororidad latina será otra cosa. El capitalismo ha destrozado revueltas y revoluciones. El feminismo no es capitalista. Como el capitalismo es odio, es más fuerte que el amor. Lucrar es desaparecer, dejar de ser Alguien: ser Nadie.
Morras, la Revolución Morra está en sus manos, en sus cuerpos, en la inédita manera de civilizar. No hay tiempo peor que un futuro construido desde el pesimismo. La muerte no tiene permiso. Al sororo rugir del amor, les cantó alguien.
@ruizjosejaime