Por José Jaime Ruiz
@ruizjosejaime
El capitalismo social deja de ver sólo consumidores y clientes , también ve ciudadanos. La crisis hídrica de Nuevo León debe de ser revisada por las grandes empresas antes de que los fragmentados estallidos sociales se vuelvan sistémicos, eso nunca le conviene a sus intereses económicos y financieros: la crisis hídrica es la primera llamada antes que la llamada se vuelva llamarada.
Quien esté en desacuerdo con Thomas Piketty, poco sabe de vida actual. Por demografía, geografía, pobreza y riqueza, el problema de nuestro mundo es la desigualdad. Y Monterrey es un ejemplo planetario del distanciamiento. El mundo feliz de Aldous Huxley se estructuró en San Pedro y sus municipios satélites metropolitanos.
Cuando el discurso de las grandes empresas es la responsabilidad social, su narrativa es notoriamente hipócrita. Cuando uno trata de engañar a los demás, se engaña a sí mismo. La “responsabilidad social” casi siempre es un atraco. Justificar el saqueo con obras socialmente responsables.
Cuando a alguien de la sociedad se le ocurre decir “No es sequía, es saqueo”, socialmente eufónico, la crisis hídrica encarna. Ya no es una crisis sólo de gobierno, es una crisis provocada por los grandes empresarios que tienen las concesiones de gozosos pozos de agua.
Frase perfecta: “No es sequía, es saqueo”. Sin utilizar la licencia de la sinalefa, el octosílabo imperfecto, pero exacto. El hiato empresarial no responde. Y, sin embargo, por la desorganización social, esta precisa frase no llegó a ser consigna. En el contexto feminista, el sintagma “Mariana no es aliada, es privilegiada”, ya se impuso. El paradigma cambia. Hay consigna.
“No es sequía, es saqueo”, es la respuesta social a los empresarios que se olvidan no de la falsa responsabilidad social sino del capitalismo social: ni clientes ni consumidores, ciudadanos. Si los empresarios no entienden que su mayores y mejores accionistas son los ciudadanos, poco entienden. Los informes anuales debieran tener un apartado de qué se hizo en inversión social.
No se trata de los extremos, promover al Ballet Monterrey, a Marco o a la Bienal FEMSA –los artistas sin necesidad del Estado o las empresas, destacan. Tampoco reducir la mediocridad crítica al futbol a través de Cemex (Tigres) o Rayados (Femsa). La desprerurización social se revierte en presión familiar, cotidiana; polarización, violencia.
Nuestros grandes empresarios eunucos, incluyendo a los de bienes raíces depredadores de los terrenos de inversión habitacional precaria en la periferia e inversores de rascacielos que, no prejuzgo, rascan dinero lavado, olvidan que la riqueza la provocan los pobres. Sin pobreza no hay riqueza. Por eso la desigualdad.
Andrés Marcelo Sada lo expresó. Los involucrados en cada empresa son los accionistas, colaboradores, proveedores, clientes, gobierno, ¡y comunidad! Si el capitalismo social no se subordina a cierta ética inicial y a discutir… los vacíos existen y, se sabe, cada vacío se pude llenar con indignación social.
¿Están a tiempo los que se creen que son dueños de Monterrey de asumir que no son dueños de Monterrey? ¿Que sin ciudadanos no son ciudadanos empresarios? ¿Que esencialmente para existir necesitan a los de abajo? ¿Que la pobreza es su riqueza? A río claro, pérdida de pescadores.
“El estado normal puede ser el de pasividad; pero el estado frecuente, constante, el que da su sello a la humanidad, y que, por lo mismo, merece llamarse –siquiera prácticamente– el estado humano, es el de protesta”, lo escribió Alfonso Reyes, el universal regio en su escrito “La sonrisa”. Hay enfados que no devienen en sonrisas.