Por Obed Campos
Apenas lleva dos meses y días en el cargo, y Gerardo Saúl Palacios Pámanes, el joven secretario de Seguridad Pública de Nuevo León, lo que lo hace mandamás de Fuerza Civil, enfrenta uno de los más grandes retos que podría enfrentar un líder policiaco: El mal sentir de sus policías, que se traduce en malestar en las filas, tras los hechos sangrientos en Anáhuac, Nuevo León.
Lamentablemente criminales atacaron el convoy de autobuses que llevaba niños a recibir su dosis de vacuna anti Covid-19, como parte del Programa de Vacunación Transfronteriza, y en la refriega, que fue repelida valientemente por los estatales, el joven uniformado Francisco Javier Medina Huerta perdió la vida.
Cabe anotar que el infortunado policía recibió dos impactos de bala, pero, de acuerdo a testimonios de sus propios compañeros, no soltó su fusil en ningún momento y siguió haciendo frente a los malhechores, hasta que perdió el conocimiento.
“Y si tal vez hubiera llegado el apoyo, nuestro compañero caído Francisco Javier Medina Huerta estaría vivo, hoy de nueva cuenta como cualquier otro día, su familia no estaría sufriendo su pérdida, dejando a sus padres y hermanos…” reza un anónimo que circula desde anteayer en redes sociales.
Este atentado deja muchas preguntas qué hacer, tanto para Palacios Pámanes, como para el gobernador Samuel García y hasta para el presidente López Obrador.
Y la primer pregunta y la más importante es: ¿qué no era más fácil, más seguro y más barato traer las vacunas a Monterrey y aplicarlas acá?
Todo el mundo lo sabe que las carreteras a la frontera, al menos en territorio de Tamaulipas, son tierra de nadie.
Y aunque habría que reconocer que nada había pasado hasta el momento en más de un año de traslados de niños en las caravanas de autobuses, ya ve usted que el diablo no descansa… Y seguirle picando las costillas mandando más niños y mas autobuses, sería no temerario sino lo que le sigue.
Le aseguro a usted, pesos contra tostones, que hoy que se reúnan con el gobernador, Palacios Pámanes y Alma Rosa Marroquín Escamilla, secretaria de Salud deberán evaluar la posibilidad de insistirle a la federación en que otorgue el permiso de traer a Monterrey las dichosas vacunas.
No le hace que en la maniobra el inefable Hugo López-Gatell Ramírez, quien es subsecretario, pero tiene la sartén por el mango en la administración de Salud Nacional, haga chile con la cola porque claro que no va a estar de acuerdo.
A menos que en Nuevo León nos sobren policías valientes y estemos dispuestos a sacrificarlos… y niños también.