Por Francisco Tijerina Elguezabal
Las bromas son como la sal: se deben usar con gran precaución. Juvenal
No conozco a Javier Navarro, Secretario General de Gobierno de Nuevo León, pero después de un año de estar en el cargo, por su perfil y discretísimo actuar, pensé que se trataba de una persona seria, acorde a la enorme responsabilidad que significa el cargo que ostenta, pero bastó una declaración pública para darme cuenta de mi error.
Navarro ya se contagió del virus ese que tienen muchos políticos de hoy de sentirse jocosos tratando de adornar sus apariciones en los medios de comunicación con alegorías que parecen chistosas, pero que en el fondo no lo son.
Al abrir este lunes junto al Gobernador un espacio que albergará una parte del Archivo General de Notarías, el Secretario de Gobierno expresó: “En el otro archivo dejamos las ratas de dos y de cuatro patas”, al referirse a la antiquísima práctica de los malos burócratas de decir que no encontraban algún documento buscando recibir algún “incentivo” para buscarlo bien.
Lamentable por donde se vea es la declaración de Navarro, porque si en las anteriores instalaciones había “ratas de dos patas”, su deber era denunciar y cesar a los corruptos, no hacer un mal chistorete y, por otra parte, el señor ya debería saber que la corrupción no se acaba por decreto o periodicazos, de manera que a pesar de lo que él diga, puedo afirmar que si llegas a pedir un acta es bastante posible que te digan que no la ubican y se siga dando la vieja práctica.
Nuevo León ha tenido excelentes Secretarios de Gobierno, unos muy serios como don Napoleón Cantú Cerna, Javier Treviño o Natividad González Parás y otros muy inteligentes y divertidos como Lucas de la Garza o Rogelio Cerda.
Pero Javier Navarro no es ni lo uno, ni lo otro y como dirían en mis tiempos jóvenes, de verdad “no la rebana”, porque para hablar de “ratas de dos patas” mejor voy a ver a Paquita la del Barrio y si quiero escuchar chistes busco a un comediante, que en Monterrey hay muchos y muy buenos.
A un año de gobierno el trabajo del Secretario General no divierte, pero tampoco se aprecia por ninguna parte.
