Por José Jaime Ruiz
Si el gobernador constitucional del estado libre y soberano de Nuevo León, Samuel Alejandro García Sepúlveda, Samuelito, poco sabe de Aritmética, nada sabe de Cálculo. Ni cálculo político ni cálculo baricéntrico (Möbius), es decir, Poder Ejecutivo que no acciona, que no ejecuta. Ajeno a una política de composición, no logra colocarse como centro de gravedad (gubernatura) de otros puntos que se le asignan determinados coeficientes o pesos (fiscalías, Congreso local). ¿Cuánto es 7 x 6 Samuelito?
La geometría proyectiva serviría al gobernador para las incidencias, las inclusiones, las coincidencias, no para su perenne política de conflicto (para entender de Aritmética, Álgebra, Cálculo, Geometría y otras linduras, existe un libro señero, Historia de las matemáticas, de E. T. Bell, p. 211, del FCE). El problema político para Samuel Alejandro es que no ha logrado convertirse en el centro de gravedad de la vida pública, al contrario, orbita en la agenda política de sus adversarios, incluyendo a quien no lo baja de hipócrita públicamente y en privado; en efecto, ¿por qué no difundió Samuelito, en sus redes sociales, la reciente visita del secretario de Gobernación, Adán Augusto López, a Nuevo León?).
El político que registra una injuria, se autodenigra. Sí, Samuelito se autodenigra con la posibilidad de que Adrián de la Garza sea el nuevo fiscal general de Nuevo León. García Sepúlveda no aduce (y eso que aseguró que no se iba meter en el tema, por respeto) cuestiones legales o constitucionales para vetar, a priori, a Adrián, al contrario, sus argumentos pueriles aducen a agravios familiares, polvo de aquellos lodos de las campañas a la gubernatura.
Leamos: “¿Cómo se atreven, por simple lógica, a ponerme a mi rival enfrente? En qué cabeza cabe… ¿Cómo me van a poner a mi rival, que se metió con mi familia… la de Colosio, los videos, los hackeos…? Y que me diga el Congreso: ‘Compadre, pues te toca jalar con él’. Pues no, señores, no lo admito. Se los digo con todo respeto: no va a pasar, se va a vetar. Pero se los digo por las buenas, que repongan… escojan al mejor perfil, técnico, no político, y todo podría salir como Dios manda”.
Samuelito, doctorado Summa Cum Laude en Derecho con Orientación en Derecho Constitucional y Gobernabilidad, se muestra doctoral en berrinches. ¿Cuál es su argumento legal en contra de la posibilidad de que Adrián de la Garza sea el nuevo fiscal? Ninguno. ¿Que fue su rival en las pasadas elecciones? ¿Y eso qué? ¿Que se metió con su familia? ¿Acaso Samuelito no fue sancionado en los tribunales por violencia política de género en contra de Clara Luz Flores? Como el Quico de aquella serie clásica de “El Chavo del Ocho”, el chamaco se la pasa lloriqueando.
Si Samuelito, en cuestiones de aritmética, no sabe multiplicar, sí sabe restar, nunca sumar. Su política de confrontación hace que escalen los conflictos. Güerco sin palabra –lo sabe Zeferino Salgado, lo sabe Adán Augusto López– siempre rompe los acuerdos. Usa políticamente a Graciela Buchanan de la Secretaría de la Mujer en contra de un diputado local, quiere retrasar la designación del fiscal por cuestiones burocráticas (carta de no antecedentes penales) y termina fregándose a los ciudadanos porque les quita los recursos estatales a los alcaldes. Samuelito no entiende, la política inicialmente es conflicto pero, finalmente, composición (tendría que ponerse a leer a los teóricos de la Escuela de Turín).