Por José Jaime Ruiz.
Cómo ser mujer en Washington y no morir en el intento: Olivia Pope, Abby Whelan, Quinn Perkins, Mellie Grant…
Cómo ser outsider en Washington y no morir en el intento: Cyrus Beene, Huck…
A veces intriga, a veces thriller, pero ante todo el drama de la mujer profesionista como objeto de deseo y como deseo de sobresalir desde la marginalidad de ser, precisamente, mujer. Un tema ya tratado por la productora y guionista Shonda Rhimes en Grey’s Anatomy. La mujer como centro donde giran las pasiones, las profesiones, las lealtades, las traiciones, el deseo y el amor como distopía política donde el poder es la univocidad y sólo entre los telones se oyen los coros.
Metástasis de células intrépidas que conducen a la nada, al final Scandal fue una historia de amor furtivo teniendo como decorado la Casa Blanca. Tal vez lo mejor de Scandal no sea la trama sino las trampas –ya se sabe que la política es el arte de salirse de las trampas. La narrativa de la vida de Olivia Pope no se compara para nada a la vida de Francis “Frank” J. Underwood, de House of Cards. Scandal deseó ser Fouché… House of Cards, Richelieu.
Un despacho, un bufete, una firma para resolver problemas, sobre todo de los políticos. En Scandal se trata de “reparar”, de realizar control de daños, pero también de provocar intrigas y luchas dentro del poder que da el poder de la Casa Blanca.
Scandal empezó su primera temporada débil, con unos cuantos capítulos. La segunda temporada triplicó el número y después prosigue como una serie ya enfocada a los problemas personales entre Olivia Pope y el presidente Fitzgerald Grant, un John F. Kennedy posmoderno, y la primera dama, Mellie Grant, un personaje más Jackie que Hillary –aquí cabe anotar la estupenda actuación de Sigourney Weaver en Political Animals como Elaine Barrish.
Cyrus Beene, esa bestia humana que deja sus propios intestinos regados por las escalinatas de la Casa Blanca si es necesario, en ese tufo del Potomac llamado conspiración, resulta alfil deseable: en Washington no se respira, se conspira.
En política el instinto también es un talento y Mellie Grant se convirtió en la gran manipuladora porque, en la contradicción sempiterna del ser humano, le apuesta más al poder que al amor.
La serie empezó débil, terminó frágil. Scandal y su esencia kantiana: “La política dice: ‘Sed, pues, astutos como serpientes’, pero la moral añade una condición limitante: ‘e inocentes como palomas”.
@ruizjosejaime