Por Eloy Garza González.
A mí no me gusta meterme en pleitos que no son míos. Pero a veces me gana el afán camorrista de joder. Gil Gamés se pelea con Federico Arreola y lo hace muy mal. No porque meta golpes bajos: en la ley de la calle todo se vale y el periodismo (suponen Gil) consiste a veces en conectar golpes bajos. Sin embargo, Gil Gamés lo hace muy mal porque pleitea declarándose de antemano vencedor. Nada peor en una discusión que levantar los brazos y dar de brinquitos, antes de que acaben las trompadas. Te pueden dar un descontón. En su narcisismo de ente imaginario, Gil Gamés se ostenta vencedor, “culto, brillante por sus luces y su cultura general”, a diferencia de Federico. Ya. Que sea menos. “Yo leo mucho y tú nada. Yo sé quién es El Duque Job, Micrós y El Nigromante, y tu no”. Petulancia. Autosuficiencia. Vanidad.
Gil Gamés enumera algunos pseudónimos del periodismo nacional. Y como se cree bien culto, pero es muy localista, olvida que los sobrenombres los han utilizado de siempre, gente como Charles Dickens que se ocultó en Boz para escribir sus artículos de prensa. Por cierto, a mí me caen mejor Boz y El Duque Job que Gil Gamés porque eran irónicos, sarcásticos, sin autoproclamarse irónicos ni sarcásticos. Elogio en boca propia es vituperio. Y Gil Gamés se cree muy gracioso porque se dice a sí mismo que es muy gracioso. Pues no, simplemente es chistoso, de vez en cuando. Tocar el mismo tema a diario, cansa, francamente aburre. A mí me fastidia que Gil la emprenda machaconamente contra López Obrador (lo apoda Liópez). Yo, por ejemplo, le pego en mi columna a AMLO cuando creo que lo hace mal, y no le pego cuando creo que lo hace bien. Ser ingenioso, como Quevedo (a quien seguro lee Gil repantingado en su sillón), no es estar como la mosca. Y Gil quiere ser como la mosca, no como Quevedo.
Federico es más ingenioso que Gil Gamés porque no se las da de ingenioso. Nadie que haya vivido lo suficiente y bien, se las da de ingenioso. Eso es cosa de chavitos o de viejos inmaduros. La edad bien ganada curte y te hace soltar frases ingeniosas porque no te queda de otra: te brotan solitas, quieras o no, porque la vida es irónica de por sí. Recordemos que Gilgamesh, personaje de la mitología sumeria, buscaba la inmortalidad. El tipo quería ser eterno y por ende no sabía de chistes. En cambio, cuando uno se sabe humano, mortal, de carne y hueso, entiende la broma, la comedia. Gilmagesh el mitológico, no sabía de bromas. Drácula, otro pobre inmortal, tampoco sabía de bromas. Gil Gamés, el periodista, supone que la broma consiste en golpear a Liópez, justificándose con que en otros tiempos, en otras épocas, criticó a otros políticos. La vida de uno no es eterna, y no debería gastarla en monomanías, en obsesiones bien pagadas o gratuitas. Al rato uno se muere, y no será recordado como “aquél periodista culto o gracioso”, sino como “aquél bot que diariamente le pegaba a Liópez”. Triste destino el de algunos entes imaginarios.
@eloygarza