Hace diez años invité a cenar a la casa a Michelangelo Bovero, discípulo de Norberto Bobbio, porque estaba de visita en Monterrey. Bovero era el politólogo de moda en aquel entonces y el gobierno mexicano lo contrataba seguido para que echara sus speech sobre la transición democrática (término que también estaba de moda).
En la sobremesa la plática se desvió a los temas parlamentarios. Bovero había estudiado a fondo el Congreso mexicano y opinaba que por desgracia el debate político en México se había salido de San Lázaro para ventilarse en los medios de comunicación. “Aquí, el ejercicio parlamentario tiene lugar afuera de la esfera legislativa”.
Que el debate legislativo se salga del recinto oficial para ventilarse en la calle tiene sus pros y sus contras. Entre sus ventajas está poder “cocinar” con holgada anticipación la agenda legislativa. El finado senador gringo Ted Kennedy solía decir que “quien controla la agenda controla el Congreso”. Pero un problema para Morena estriba en que todo, sin excepción, quiere legislarlo en los medios. Ese es un vicio que tiene, especialmente, Ricardo Monreal. Hace muchas décadas, Martín Luis Guzmán puso de moda en el senado (y en su obra novelística) la palabra “madruguete”. Al que madruga Dios le ayuda. Monreal (quien seguramente no ha leído La Sombra del Caudillo), siempre quiere dar madruguetes en el Senado.
Otro defecto de llevarse el debate afuera de la tribuna legislativa estriba en lo que yo he definido como “mancillar al legislador-clave que marca la diferencia”, lo cual consiste en seducirlo por varios medios, sobre todo el económico. Esta práctica es muy frecuente por Morena y la ha aplicado con diputados y senadores del Partido Verde, por ejemplo, pero demanda perseverancia del comprador, soportarle chiflazones al comprado y mucha mano izquierda (que no es lo mismo que decirse de izquierda, como Monreal).
Bovero también decía en aquella cena que un Presidente mexicano se fortalece “cuando se hace notar con iniciativas”. Si lo logra, ganará posición de autoridad frente al Congreso, al grado de que la iniciativa legislativa se reducirá proporcionalmente a una actividad residual. Pero AMLO no necesita imponerse en el Congreso porque ambas cámaras, la de Senadores y la de Diputados, ya son completamente suyas. Así de plano. Y todo el mundo lo sabe. Ricardo Monreal hace lo que le ordena el Presidente, menos cuando rechaza al candidato oficial de Morena en Puebla, que es Barbosa, por vil dedazo de Yeidckol Polevnsky. Que el debate parlamentario se filtre a la calle también tiene el problema de que un senador bien fogueado y de colmillo retorcido, como Monreal, opere en los medios no para manejar la agenda de AMLO sino, para (bajita la mano), operar la suya propia, en singular. Eso está haciendo Monreal, despistadamente. Y a la larga, se saldrá con la suya. Ya lo verán.