Por José Jaime Ruiz
Oveja con piel de lobo, el aullido de Donald Trump se convierte en balido; el garrote exterior en flácida macana. La derrota que le propinó el presidente colombiano, Gustavo Petro, no es sólo una derrota moral, es una derrota política porque es imposible que el presidente gringo deporte a más latinoamericanos en condiciones delincuenciales, como lo hizo con Brasil. Tal vez los únicos que acepten esta humillación sean Bukele y Milei. Petro le puso un alto internacional a Trump y Donald reculó.
Doble derrota porque también Donald será derrotado al interior de los Estados Unidos. Sus políticas neoliberales en contra de la educación, salud y vivienda tendrán costos de resistencia social; su razzia étnica, también. Cancelada la violencia gráfica de las repatriaciones, sólo le queda actuar violentamente contra sus propios ciudadanos y contra los inmigrantes que mueven una buena parte de la economía estadounidense. Aunque desdeñe los otros poderes, MAGA tendrá que enfrentar al Judicial y al Congreso. El gobierno oligárquico anidó un huevo de serpiente que no podrán controlar. Los imperios no sólo explotan porque, esencialmente, lo suyo es la implosión, las contradicciones internas.
Los países latinoamericanos y del Caribe, con la postura del nuevo-viejo chico del barrio, debieran de entender de una buena vez que Estados Unidos no es un socio confiable y abrir sus perspectivas a otros países y a otros continentes, como China, Europa y África decolonial, cuyas naciones serán las grandes protagonistas de la segunda mitad del siglo XXI. Los angloprotestantes representan una sociedad derrotada (drogas, fentanilo) y la tecnoligarquía los exprimió de más.
Después de la “trumpiza” colombiana, el gobierno de Donald regresó a mirar a Canadá y México, los cuales están mucho mejor preparados que Colombia para enfrentar los supuestos castigos arancelarios. La vocera presidencial Karoline Leavitt reiteró que los aranceles siguen sobre la mesa: “Hemos visto un nivel histórico de cooperación por parte de México, pero, de nuevo, hasta donde he checado, y eso fue anoche, cuando hablé directamente con el presidente, (los aranceles) todavía están en el calendario para el 1 de febrero”. La perentoria fecha, por inviable, es falaz, improbable, así lo analizan desde Goldman Sachs y Black Rock. Así lo entiende la presidenta Claudia Sheinbaum: “No creemos que vaya a ocurrir, la verdad, y si ocurre también tenemos nuestro plan… Como les digo, hay conversaciones, hay diálogo, y no creemos que vayan a venir esta definición de los aranceles, pero también ya estamos preparados”.
Oveja con piel de lobo, el aullido de Donald Trump se convierte en balido, en ñoñería exterior. Ni China ni Groenlandia ni el Canal de Panamá ni Colombia ni México ni Canadá… castigos como tiritititos. Lo suyo, lo verdaderamente suyo es la represión neoliberal interna: acabar con su país, con la república como imperio. Trump avanza, inexorable, en su grado más alto de mediocridad.