Por Francisco Tijerna.
“Hemos aprendido a volar como los pájaros, a nadar como los peces;
pero no hemos aprendido el sencillo arte de vivir como hermanos”.
Martin Luther King.
Hay cosas en la vida que resultan complicadas como la convivencia.
Y si ocupar los mismos espacios con la pareja, los hijos o la familia en ocasiones resulta difícil, mucho más lo es el coexistir y compartir calles, aceras y parques con tus vecinos.
Extraño los tiempos pasados en que las relaciones vecinales daban pie a amistades fuertes y duraderas; todavía hoy recuerdo a mis vecinos de niño y adolescente, personas de bien, que siempre estuvieron ahí para apoyar y ayudar, que respetaban la privacidad y que al mismo tiempo se interesaban en tus problemas.
De pronto algo cambió y aquella coexistencia se convirtió en un fisgoneo, en un chismorreo, en donde no hay lugares comunes y cuando llegan a darse cualquiera se siente con el derecho de imponer su visión de las cosas sin importar si tiene o no la razón.
En la colonia en donde vivo hace más de 30 años tuvieron la idea de crear un grupo de Facebook bajo el argumento de ayudarnos y protegernos mutuamente; esa aspiración duró lo que la flama de una vela en una ventisca, porque el grupo sirve para todo, menos para la convivencia vecinal.
Como lugar común en nuestra colonia hemos vivido amenazas en nuestra seguridad o la plusvalía de nuestro patrimonio, y ni aun así la soberbia, intolerancia y tozudez de quienes se creen dueños absolutos de la verdad se ha detenido para tratar de imponer lo que ellos desean.
Resulta increíble el darte cuenta de la manera en que muchas personas actúan y opinan en base a chismes, rumores, bulos, cuentos, historias y publican sin detenerse a pensar argumentos o razones que conocen a través del “primo de un amigo”.
El anonimato o invisibilidad de las redes sociales les ayuda a ser “valientes” y entonces se atreven a denostar y hasta inventar mentiras y todo con el único propósito de conseguir sus fines o tomar venganzas de cuestiones infantiles.
Y si antes la discusión fue por las cuotas por contar con accesos controlados, ayer el tema fue el estacionamiento frente a los domicilios.
¿No es lógico pensar que quien pagó más dinero para adquirir un terreno con más metros de frente o en una esquina tenga derecho a proteger su propiedad? ¿No es más lógico pensar en que el abuso de quienes no respetan un “ochavo” y al estacionarse en un lugar prohibido han provocado infinidad de accidentes sin hacerse responsables ha encontrado como única opción el colocar unos botes para impedir que insistan en hacerlo?
Antes que reclamar supuestos derechos quienes se quejan deberían hacer un acto de análisis interior y responderse si en realidad ellos respetan los derechos de los demás y si sus exigencias se basan en realidad en lo correcto o más bien están enfiladas en tratar de conseguir lo que a ellos les conviene.
Hoy por hoy, convivir es el reto.