Por José Jaime Ruiz.
Ni con sus posturas ni con sus imposturas. Y, sin embargo, que el Congreso de Nuevo León declare persona non grata a Gerardo Fernández Noroña es una exageración y es una actitud simplista al arrodillarse a la familia Garza Sada. No sé de Pedro Salmerón, quien nada ha dicho de la posición radical de los congresistas nuevoleoneses. Pero Fernández Noroña respondió y, aunque disiento de sus argumentos, lo declaro persona grata. Moralmente nuestros diputados son hipócritas al irse en contra de Gerardo y aplazar la condena a nuestro gobernador Jaime Rodríguez Calderón.
Invitaría a Fernández Noroña al Congreso de Nuevo León. Que se discuta el asunto. Descreo que los guerrilleros de la Liga Comunista 23 de Septiembre hayan sido unos valientes; menos, como afirma Gerardo, unos revolucionarios. ¿Qué revolucionaron? ¿A quiénes representaban? Tampoco creo que hayan sido unos idealistas, sabían de realidad, aunque la inteligencia política del Estado los chamaqueó.
Fernández Noroña, solitito, ha hecho mucho más que el puñado de diputados de Nuevo León que lo condenan. Su intervención en la comparecencia de Rosario Robles, por ejemplo, ya es histórica. No estimo sus viajes a Las Vegas o Venezuela, lo vuelven incongruente. No comparto su comentario de “linchamiento” mediático y de redes sociales a Salmerón. El linchamiento nos sucede a todos y no todos nos victimizamos. Enorme distancia es tratar de secuestrar y asesinar.
Fernández Noroña, discrepancias mediante, es una voz activa. Condenarlo es condenarnos a asistir y habitar a una doble moral. Una democracia sin apertura no es democracia, es autoritarismo. Aunque se equivoque, si Gerardo tiene algo qué decir, que lo diga. Censurar sin debatir es ridículo, impresentable. Creo que Gerardo estará el 2 de octubre en Monterrey. Que el monólogo de la censura del Congreso en Nuevo León se convierta en debate. Conversar, dialogar, debatir… son los verbos de la democracia.