Es inútil vivir
Bolero de Pepe Guizar.
En el mundo del espectáculo, Alfonso Arau es uno de los muchos talentos mexicanos que han sido desconocidos hasta que alguien desde Los Ángeles les dicte que son valiosos.
Si hacemos historia, desde Dolores del Río hasta González Iñarritu tuvieron que esperar muchos años para ser reconocidos, y en el caso del negro González, el Chivo y Del Toro pudieron salir en la tele con el Oscar en la mano gracias a un proceso largo..
En 1950, Alfonso Arau debutó en escena con el cómico Sergio Corona –de quien fue cuñado un tiempo- e hicieron por más de quince años una pareja exitosa, mayormente en el cine, que luego se separó. Corona sigue siendo un buen golfista y un actor de relieve en televisión.
Alfonso Arau siguió su rumbo por el cine. Pocos saben que dirigió hace 20 años a Woody Allen en un película que se llama Picgking up the Pieces. Algunos nos identificamos en secreto con los personajes de Caltzontzin Inspector, una versión simplona del texto dramático de Nicolai Gogol y subiéndose a los entonces populares personajes creados por el caricaturista excelente Del Río, conocido como Rius. Pero la mayor parte de nosotros hemos visto la versión cinematográfica de la excelente novela de Laura Esquivel, quien entonces era esposa de Arau y que se llama Como Agua Para Chocolate.
No obstante, para efectos reales, la idea de Sergio Arau de imaginar en el cine qué le pasaría a la vida cotidiana de los Estados Unidos –en su caso muy emblemático California- si mágicamente desaparecieran los mexicanos de su vida, se hizo una no muy buena película con ese nombre: un día sin mexicanos. La respuesta es simple: los californianos, los norteamericanos, los neoyorquinos, los californianos, los illinoinienses, todos los blanquitos, se quedarían ese día no solamente sin jardineros, mozos, recamareras, lavaplatos, meseros, plomeros, mecánicos o enfermeros. Carecerían de mano de obra, explotada porque le han dicho y así se siente que es ilegal, pero si hipotéticamente se decidiera no ir a su trabajo, derrumbaría una nación entera.
Estamos a punto de vivir un ensayo de la fantasía de Arau, en México: un día sin mujeres.
En el planteamiento que el gobierno del presidente López ha tratado de torpedear, ni mi madre, ni mi amante, ni mi esposa, ni mis hijas acudirán el lunes próximo a su trabajo, su escuela, a sus compras, a lo que tenga que ver con la vida real.
Es muy probable, por la campaña del gobierno en contra de este asunto, que este ejercicio ciudadano y legítimo, se quede corto. Todavía el macho manda. No aventuro número alguno de las participantes en la marcha del domingo ni en el magnífico paro del nueve de marzo. Pero no abandono la de que los hombres estamos destinados a denostar, desestimar, golpear, insultar y matar a nuestras mujeres que los machos mexicanos nos demos cuenta de cuánto necesitamos de nuestras mujeres.
Sin mujer, no hubiésemos nacido.
PARA LA MAÑANERA.– Señor Presidente, con todo respeto: ¡Qué riegue….!