Por José Jaime Ruiz
@ruizjosejaime
Hace casi un mes, el presidente Andrés Manuel López Obrador habló de varios periodistas que han defendido el proyecto de la 4T: Enrique Galván Ochoa, Pedro Miguel, Federico Arreola y Jorge Zepeda Patterson. No mecionó a Epigmenio Ibarra, quien cada vez se acerca más; tampoco a Carmen Aristegui, quien ha conseguido nuevos aliados en la derecha.
En un reciente artículo en El País, Zepeda Patterson ya pintó su raya, ya tomó distancia de López Obrador. Lo quiere hacer de forma elegante, no lo logra. Si un portazo no hace ruido, no es portazo.
Para justificar su decisión (y para no asumirla), Jorge culpa a Andrés Manuel: “Andrés Manuel López Obrador no ha traicionado sus banderas, pero en más de un sentido se ha traicionado a sí mismo”.
“…a mí me produjo una opresión angustiante en el pecho observar a un Andrés Manuel sonriente y feliz, dejándose rodear por niños de primaria que cantaban un himno plagado de loas a su persona. El luchador social que yo aprecio habría tenido un ataque de pudor ante la burda exaltación del culto a la personalidad y de coraje ante la obvia manipulación de los pupilos por parte de un maestro oportunista. Pero el Andrés Manuel que se observaba en el vídeo claramente disfrutaba del momento, consciente de estar siendo filmado, en una escena que en el mejor de los casos era una mala copia del Evangelio y, en el peor de ellos, una pieza propagandística digna del regordete Kim Jong-Un de Corea del Norte.”
¿Hace cuánto pasó ese evento, Jorge? Te recuerdo, fue en octubre de 2019, hace siete meses, en Tlaxiaco, Oaxaca. Es tan difícil mantener una opresión angustiante en el pecho, una presión sietemesina. ¿Por qué no expresaste antes ese sentimiento de angustia y opresión? Hubieras sido directo, antes y ahora, como sí lo fueron, para mencionar sólo dos personajes, Paco Calderón (“Mientras México entero es humillado por el narco en Culiacán, el presidente se refugia entre niños que lo alaban. Qué hombrecillo más patético”) o Marco Levario (“Como en la dictaduras, el culto a la personalidad inicia con los niños. @lopezobrador_ no tiene escrúpulos al impulsar la adoración sobre su persona”).
Callar durante tanto tiempo, Jorge, sólo habla muy mal de ti. Luego afirmas:
“Que califique de mala prensa a quienes le critican ya es preocupante, pero puede entenderse (que no justificarse) por la pasión política. Que considere admirables las muestras de abyección de las mañaneras, en cambio, me parece que va más allá de lo político y tiene que ver con una fractura en un hombre cuya inteligencia y sentido de dignidad estaban por encima de eso.”
Las muestras de abyección en las mañaneras no se darían, o serían menores, si tú participaras en las conferencias matutinas, pero no quieres rebajarte a acudir, como lo hace Lord Molécula. No sé si sinembargo.com mande cubrir a López Obrador. Lo que sí sé es que si realmente se quiere elevar el nivel de las mañaneras, hay que asistir. No lo harás, en eso estás más cerca de Pablo Hiriart, Raymundo Riva Palacio o Salvador García Soto.
“Más allá de aciertos y errores que todo ser humano comete, presidentes incluidos, me parece que algo se descompuso en el momento en que López Obrador creyó posible decir sin rubor una frase como ‘yo ya no me pertenezco’. No hay ninguna gloria en haber ganado la presidencia, como lo demuestran Fox o Calderón, si no va acompañado de la capacidad de provocar un cambio real y no de palabra, como hasta ahora ha sucedido. No ayuda en nada que él esté convencido de que sus frases van para el bronce y que sus textos son un regalo iluminado para la humanidad; en suma, cuando se convence de estar investido de una supuesta infalibilidad, trátese de economía, historia, ecología, política, filosofía o humanismo. La humildad convertida en motivo de presunción.”
De nuevo, Jorge, ¿de cuándo es la frase de la que hablas? ¿La expresa todos los días el presidente en las mañaneras? La realidad es que las frases de bronce no son de López Obrador, repite las de Juárez, Madero, Cárdenas y, ahora, Carranza. ¿Todos los cambios son de palabra, nos dices? De ser así, los empresarios no estarían enfurecidos por haberles quitado el privilegio de la condonación de impuestos, las transnacionales de la energía no habrían orquestado una campaña porque se les acabarán los privilegios y se parará la corrupción, por mencionar sólo dos casos. Si Zepeda Patterson admiraba a Andrés Manuel, ahora lo reconoce como presuntuoso y soberbio. ¿De cuándo acá? ¿De cuánto acá?
En sólo unas semanas, Zepeda Patterson cambió su postura sobre AMLO: “…la premisa sigue sosteniéndose, las peculiaridades de su personalidad resultan más de forma que de fondo, salvo para las redes sociales y los columnistas que viven para masacrar la ocurrencia o el dislate presidencial de cada día. El fondo sigue siendo el mismo: obsesión por mejorar la condición de los de abajo sin violentar el orden social o la propiedad privada”.
Pues bien, Jorge, te desdices sin pudor. Te has sumado a esos columnistas que “viven para masacrar la ocurrencia o el dislate de cada día”.
En su Crítica de la razón cínica, Peter Sloterdijk apunta al escribir sobre el pedo: “En efecto, el arte de las vagas formulaciones está en relación con el arte de un viento decente: ambas cosas son diplomacia”.
Los escritos de Zepeda Patterson son aburridos, su hipócrita decencia abruma, su grandilocuencia carece de elocuencia, la reticencia es su estilo. La diplomacia no mejora un escrito, esas ventosidades chingaquedito, esas vagas formulaciones.
Jorge, terminas tu artículo de distanciamiento, de pintar tu raya, así: “¿Es recuperable el estadista que lleva dentro sin que nos endilgue una supuesta superioridad moral? Y si el mejor AMLO no regresa ¿vale la pena seguir apoyándolo a pesar de sus deslices en aras de la bondad de sus banderas?”.
Tanto pedo para cagar aguado…