Por Francisco Tijerina Elguezabal
“Tuya, mía, te la presto y todo queda en un tirititito.” // Enrique “El Perro” Bermúdez
Siempre me han llamado la atención las inmensas marañas de cables, tales cual bolas de hilo de estambre enredadas, que se forman en las tomas clandestinas de energía eléctrica de las colonias irregulares.
Y esa enorme confusión en la que reina el caos, poco a poco se va separando, ya por aire, ya por tierra, hasta llegar a una de esas casas y ahí se retoma el origen y de un punto vuelven a salir, cual pulpos, múltiples conexiones y divisiones para alimentar focos y aparatos.
Así estamos en México con los temas de nuestro tiempo y así responden nuestras autoridades de todos los niveles a las distintas problemáticas que se nos presentan, ya la pandemia, la reactivación económica, el desempleo, la inseguridad, el hambre.
Como partido de futbol narrado por el admirado Enrique “El Perro” Bermúdez, las determinaciones vitales terminan en un “tuya, mía, te la presto, escóndela papá” y cuando a fuerza de tantas vueltas y contradicciones los ciudadanos terminamos mareados y sin saber a ciencia cierta a quién le corresponde la responsabilidad, todos juntos nos dicen en la cara: “Versallesco”.
Y si en la mañana dicen que “vamos muy bien”, en la noche nos advierten que “estamos en alerta máxima”, además de que en cada estado o ciudad seguramente estamos en algún punto intermedio entre esos dos extremos.
El asunto de los semáforos termina siendo como las salsas del vendedor de elotes de La Purísima: “¿De cuál salsa quiere? ¿De que la pica mucho, poquito o más o menos?”
Pero si en la atención a la salud y la necesaria reactivación económica, con tantos infectados y muertos no son capaces de ponerse de acuerdo, no me quiero imagen el repartidero de culpas cuando nos alcance de verdad la crisis económica y vuelva a repuntar la inseguridad. Para ese momento seguro tienen prepara la canción de “Yo no fui”.
Para desenredar la maraña, nuestras autoridades deberían comprender que no se trata de un concurso de popularidad (así vengan elecciones el próximo año) y que los ciudadanos no buscamos culpables, sino soluciones que nos brinden tranquilidad y confianza.
Al final comprendes que los únicos beneficiados con la maraña son los políticos, que cantan al unísono aquella canción de José Luis Rodríguez: “Dueño de ti, dueño de qué, dueño de nada” o nos responderán cuando preguntemos “¿Quién mató a la población? –Fuenteovejuna, señor”.
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