Por Francisco Tijerina Elguezabal
“Era un tigre para el teatro,
y se llamaba Julián.”
// Yomero
Monterrey
es lo que es, en buena medida, por la grandeza de sus hombres que con
su brillo y fulgor han escrito páginas en la historia no sólo de
nuestra ciudad y estado, sino del país y el mundo.
La
Sultana ha sido cuna de verdaderos íconos en todos los órdenes y
disciplinas, ejemplos que trascienden en el tiempo y las geografías
y que invariablemente nos heredan un enorme legado.
Ayer
uno de ellos partió y nos dejó los escenarios huérfanos de su
presencia, su voz ya no se escuchará más en los teatros, su genial
dirección ya no será vista por los públicos, Julián Guajardo dejó
de existir.
Perdón si hoy parafraseo a José Panizza, el
creador del tango y digo: “Era un tigre para el teatro, y se
llamaba Julián”.
Porque eso, precisa y justamente, era
Julián Guajardo, un tigre que desayunaba, comía y cenaba, que
dormía y soñaba, siempre con el teatro, con ese arte que adoptó
siendo muy joven como su única forma de vida.
Tuve la
dicha de conocerle y tratarle, además del honor de en alguna ocasión
haber sido dirigido por él en circunstancias muy especiales en las
puestas en escena de “La Pastorela de Catón” en la que me
desempeñaba como coordinador técnico pero hubo necesidad de entrar
de remplazo en tres distintos papeles, los tres importantes.
¿Cómo
olvidar, querido Julián, aquella noche en la que en la incertidumbre
de saber qué ocurría con el embarazo en riesgo de Lucina, tu
esposa, había que dar función y me brindaste tu confianza (con
mucho miedo debo aceptar) para suplirla haciendo el papel de “La
Lujuria travesti-show”.
O aquella noche en que mi
padrino Toño Espinosa se indispuso y no llegó a representar a “El
Borracho” al que Satanás convence de entregarle su alma. Recuerdo
la risa que tenías al ver los intentos para entrar en el leotardo y
mallas del flaco Toño.
Y aquella semana completa cuando
el finado Lacho Pedraza ya no quiso hacer el papel de “El Arcángel
San Miguel” y tuve que entrar al quite. Siempre, siempre, conté
con tu apoyo y consejo, con tu serenidad y esa forma especial que
tenías de transmitir confianza. Créeme, te digo, fue todo un honor
el compartir el escenario y ser dirigido por ti.
Participar
en “El Juego de Zuzanka” la segunda vez que la montaste y haber
visto “El Gorila” o “Los Chicos de la Banda”, en la CDMX “La
muerte de un viajante”, o “Crimen y Castigo” y la “Sonata a
Kreutzer”, fue un privilegio.
Me quedo, admirado Julián,
con la intención incumplida que siempre tuve de hacerte una
entrevista-homenaje, idea que siempre pospuse por no importunarte,
pero sé que el hubiera no existe y hoy, una vez más, me dejas una
lección.
¡Gracias Maestro por tanto! ¡Gracias Julián
por todo!
ftijerin@rtvnews.com