Por Francisco Tijerina Elguezabal
“Yo siempre me pongo a dieta, igual que todas las semanas dejo de fumar.” // Umberto Eco
Fui
un niño de lo más normal al que enviaban a los mandados diariamente
para adquirir cualquier cantidad de cosas y para quien eran
especiales las visitas de mi abuelo que llegaba siempre a casa con
chicharrón esponjado y cuando me ordenaban ir a la cantina de la
esquina a comprar un seis de cerveza Tres Equis.
No había
tiendas de conveniencia ni depósitos. En las dos esquinas de la
cuadra donde vivía había cantinas, el “Salón del Maestro” y el
“Salón Monterrey”, que se significaban, entre otras cosas, por
vender excelentes platillos de pescado y donde se me saltaban los
ojos al ver los cuadros con páginas recortadas de un Playboy
mostrando el torso de mujeres desnudas pintadas por el maestro
peruano Vargas. Ahí llegaba a comprar las cervezas del
abuelo.
Igual me enviaban a la tienda de la señora Uresti
a comprar cajetillas de cigarros para mis padres y nadie se
espantaba.
Hoy en Oaxaca los niños no podrán comprar
refrescos, lo que no necesariamente implica el que no los puedan
consumir, pero que pondrá en un dilema a los padres que deberán
dejar de hacer cualquier cosa para acudir a adquirir el complemento
líquido para acompañar sus alimentos.
Equivocan el
procedimiento las autoridades porque prohibir el vender refrescos a
los niños no soluciona absolutamente nada.
Pero además
la errónea decisión tiene graves repercusiones.
Estar a
dieta en nuestro país resulta carísimo. Es más costoso una botella
de agua que un refresco como es más cara una ensalada que un
hot-dog, unos tacos o unas frituras.
Para promocionar una
alimentación saludable nuestras autoridades tendrían que empezar
por abaratar su precio y hacer campañas de concientización. ¿Hasta
cuándo entender que prohibir lo único que consigue es incentivar el
consumo?
Además, en tiempos en que los chamacos se han
convertido en dominadores de los padres, ahora tendrán un pretexto
más para no ir a realizar los mandados a la tienda. ¿Y así quieren
que los mayores puedan educar a sus hijos?
Insisto, crecí
haciendo mandados y adquiriendo cosas que no podía consumir y no las
consumí y entregué siempre las ferias completas. La solución es
otra, lo demás es hacerse tarugos.
ftijerin@rtvnews.com