Por Obed Campos
Todos los años, en septiembre, es lo mismo en Nuevo León: un pequeño grupo de policías y ex elementos de la desaparecida Policía Judicial se reúnen, y entre ellos compran ofrendas florales para depositarlas en el “no monumento” a cuatro de sus compañeros caídos en el cumplimiento de su deber en 1988.
La memoria oficial se perdió hace muchos años. Los cuatro agentes de la entonces Policía Judicial del Estado, a quienes el estado prometió nunca olvidar, quedaron en la laguna del olvido oficial y colectiva.
Esa madrugada del 16 de septiembre, corrían embravecidas las aguas del crecido Río Santa Catarina y los agentes Oscar Vázquez Hernández, Mario Javier Ríos Zamora y Miguel Juan Manzano de la Cruz, bajo el mando del comandante César Cortez Vázquez “El Campeón”, trataron de llegar hasta los pasajeros de un autobús atrapado por la embestida de agua.
Se amarraron a un pesado traxcavo, pero no solamente fallaron en el intento, sino que ofrendaron sus vidas.
Hoy en el periódico El Norte, en un pequeño recuadro se lee “Con una ofrenda floral, el ex agente ministerial Juan Antonio Villarreal Ferrer recordó a sus cuatro compañeros fallecidos en 1988 en el Río Santa Catarina, cuando buscaban salvar gente durante el golpe del huracán “Gilberto””. No hay una sola nota en los otros periódicos de Monterrey.
El año pasado escribí: “De lo poco que se sabe del caso, es que, por ejemplo, ante la ignominia, la viuda del comandante César Cortez “El Campeón”, Guadalupe Díaz, tuvo que emigrar a los Estados Unidos para buscar trabajo como ilegal, y así poder mantener hijos.
“La suerte de Díaz la comparten los familiares y deudos de los otros tres agentes caídos en el cumplimiento de su deber.
“Cada vez que cae un elemento de nuestras fuerzas de Seguridad Pública… cada vez que esto pasa hay más renovado compromiso de dar una batalla eficaz contra la delincuencia, contra el crimen organizado y eso es lo que vamos a hacer, además de atender las necesidades de su familia”. Palabras huecas de Natividad González Parás, quien era secretario de Gobierno de Jorge Treviño, Gobernador en aquel fatídico 1988…”
Y el texto me parece igual año tras año.
Así debe de ser el ignominioso olvido al que nuestro mal agradecimiento somete a nuestros héroes recientes.
¿Quién de nuestros contemporáneos conoció a Juárez o a Zapata? En cambio, a esos cuatro policías caídos, no solamente yo, sino miles de regiomontanos los vimos en persona.