Por Carlos Chavarría
Trump es un ignorante de la gobernación en lo general y México se sometió, vía su gobierno, a todas sus ocurrencias, amenazas y abiertas agresiones.
La relación bilateral entre EEUU y México se convirtió en algo incierto, donde lo único seguro es que había que obedecer. Basta de ejemplo el recordar los aciagos días del cierre de la negociación del TMEC que al final concluyó profundizando el ánimo injerencista de Trump.
El muro de Trump no avanzó como él quería, pero México si tuvo que destinar muchos recursos para evitar que los migrantes centroamericanos llegaran a los EEUU. Todo México es ahora el mejor muro que pudo haber deseado.
En su campaña para reelegirse, Trump, un día sí y otro también siempre se refirió a nuestro país como lo peor y aun así López Obrador le sirvió como propagandista para captar el voto latino.
Ahora que Trump intenta poner bajo prueba y juicio la “reliquia de su Colegio Electoral” tiene bien pocas posibilidades de revertir el resultado anunciado, aunque lo único que puede conseguir es retrasar y crear un nudo gordiano en la elección presidencial de los EEUU.
López Obrador y muy seguramente su equipo de la cancillería, se van por la mas tibia de las respuestas. Se acogen a la Doctrina Estrada, el respeto juarista al derecho ajeno, y decide no reconocer el triunfo de Biden. Por cierto, criterio que no aplicaron con los gobiernos de la órbita del socialismo del Siglo XXI a los que muy rápido aplaudieron.
Poco después otro desatino al menospreciar las posibles fricciones tempranas que se presenten con el nuevo presidente y ponerse en guardia sin contrincante “porque México no es pelele de nadie”, cuando bien pudo extender la Doctrina Estrada por ejemplo, felicitando al pueblo norteamericano por su atención a la responsabilidad social que entraña el votar.
Si México no es “pelele de nadie” es incomprensible porque López Obrador se sometió tan feamente ante Trump, siendo una de las economías mas importantes del mundo, mientras no le importa aislarse de Biden.